Hipocresía a la inglesa
La noche empezó mal: una actriz-bailarina hace chistes torpes, alrededor de la tardanza de algunos espectadores (ella no vive en Madrid ni tiene que usar la M-30 para llegar a La Vaguada, donde está el teatro); luego, una cadena de escenas donde prima el relumbrón tecnológico se sucede acentuando con crudeza la hipocresía británica, la obsesión por las apariencias. Se supone que es todo farsa, ironía, pedantes resaltos de una idiosincrasia a la que se deben. También hay mucho de loa a la estética del vodevil, a las actividades de un cuarto oscuro donde los chicos se bajan los pantalones y jugu...
La noche empezó mal: una actriz-bailarina hace chistes torpes, alrededor de la tardanza de algunos espectadores (ella no vive en Madrid ni tiene que usar la M-30 para llegar a La Vaguada, donde está el teatro); luego, una cadena de escenas donde prima el relumbrón tecnológico se sucede acentuando con crudeza la hipocresía británica, la obsesión por las apariencias. Se supone que es todo farsa, ironía, pedantes resaltos de una idiosincrasia a la que se deben. También hay mucho de loa a la estética del vodevil, a las actividades de un cuarto oscuro donde los chicos se bajan los pantalones y juguetean, al hedonismo mediático, al narcisismo del músculo. Después se hace participar al público y vuelve el tono de sainete.
DV8 Physical Theatre
Just for show. Coreografía y dirección: Lloyd Newson; música: John Ardí y Simon Hunt; escenografía: L. Newson y Naoi Wilkinson; luces: Jack Thompson; vestuario: Christina Cunningham. Teatro de Madrid. 13 de octubre.
Los artistas son capaces en escena, se arrojan a esa debacle moral que quiere ser también sentimental, y las risas hacen pasar el rato.