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"Mi hijo ha estado desenvuelto, pero se ha ahogado"

Messi jugó anoche su primer partido con pasaporte español. Volvía al Camp Nou, que no pisaba desde la noche del Gamper, el día que el Juventus no pudo pararle. El público, que descubrió entonces su magia, le aguardaba expectante, pero Messi no pareció nervioso. Por si acaso, le abrazó largamente Eto'o en el centro del campo, mientras el árbitro sorteaba el balón con Puyol y Betotto. Messi le dijo que sí al camerunés, que durante el largo abrazo algo le susurró al oído. Luego se pegó a la banda derecha y esperó el silbato inicial. Y entonces, tan pronto le llegó el primer balón, se convirtió en...

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Messi jugó anoche su primer partido con pasaporte español. Volvía al Camp Nou, que no pisaba desde la noche del Gamper, el día que el Juventus no pudo pararle. El público, que descubrió entonces su magia, le aguardaba expectante, pero Messi no pareció nervioso. Por si acaso, le abrazó largamente Eto'o en el centro del campo, mientras el árbitro sorteaba el balón con Puyol y Betotto. Messi le dijo que sí al camerunés, que durante el largo abrazo algo le susurró al oído. Luego se pegó a la banda derecha y esperó el silbato inicial. Y entonces, tan pronto le llegó el primer balón, se convirtió en un diablo.

En la fila 11 de la boca 103 de la primera gradería del Camp Nou, su padre, Jorge, presenció nervioso el partido acompañado de Rodrigo, su hijo mayor, que pidió día libre en el restaurante del Barri Gótic donde trabaja. Tenía fiebre pero quiso disfrutar en directo del espectáculo que brindó anoche su hermano. También estaban Agus, su pequeño sobrino, y su concuñado, que no dejó de filmar con una pequeña cámara casi todo el partido. Messi no marcó. Es más: falló un gol cantado a la salida de un córner en el primer tiempo. Pero el detalle no importó a nadie. Sobró con todo lo que hizo de bueno.

El de Messi ayer fue partido impropio de un chaval de 18 años que debuta como titular en el Camp Nou en la Champions. Por presencia (participó en 24 jugadas), por instinto goleador (remató a puerta cuatro veces en la primera parte), por habilidoso (la jugó de tacón y superó a un defensa con un sombrero para pisar el área), por tranquilo (sólo perdió cuatro balones de los que tocó), por atrevido (encaró defensas, buscó el regate y motivó la primera de las dos tarjetas amarillas que supusieron la expulsión a Vidigal), por trabajador (recuperó seis veces la pelota) y, especialmente, por determinante: forzó la falta que permitió a Ronaldinho marcar el primer gol e inició también la jugada del segundo, que firmó el brasileño. No es estraño que Txiki Begiristain, director deportivo del club, tildara a Messi en el descanso como "un jugador importante".

Frank Rijkaard le sustituyó a la hora de partido. Sus compañeros le aplaudieron y el público, en pie, le coreó. "Esta sensación es indescriptible", explicó después su padre. "Me siento muy orgulloso. Le he visto bien aunque estos partidos son un poco chivos

, complicados. Ha estado desenvuelto aunque", dijo sonriendo, "se ha ahogado un poco demasiado". Messi fue de más a menos por el lógico cansancio de quién solo ha disputado este año dos partidos oficiales. El diablo volvió al Camp Nou y el Udinese lo pagó. Como consuelo, Cosmi, su técnico, se llevó la camiseta de Ronaldinho, al que se la pidió al final en pleno campo.

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