Necrológica:

Blázquez, icono de la canción porteña

A los 74 años de edad, víctima de un cáncer, falleció en la clínica Bazterrica de la capital Eladia Blázquez, destacadísima cantante y compositora, creadora de infinidad de éxitos que se hicieron eco en el canto y silbo de los porteños. Hija de padre salmantino y madre granadina, el ancestro la llevó a la canción española y desde muy pequeña en la Avellaneda vecina a la gran ciudad, separada apenas por el Riachuelo, se aficionó a las castañuelas, el flamenco, y con cinco añitos ya cantaba bulerías y coplas, que le transmitía su padre, por clubes de la zona.

A los ocho, encaramada en una...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

A los 74 años de edad, víctima de un cáncer, falleció en la clínica Bazterrica de la capital Eladia Blázquez, destacadísima cantante y compositora, creadora de infinidad de éxitos que se hicieron eco en el canto y silbo de los porteños. Hija de padre salmantino y madre granadina, el ancestro la llevó a la canción española y desde muy pequeña en la Avellaneda vecina a la gran ciudad, separada apenas por el Riachuelo, se aficionó a las castañuelas, el flamenco, y con cinco añitos ya cantaba bulerías y coplas, que le transmitía su padre, por clubes de la zona.

A los ocho, encaramada en una silla, se hacía oír por los micrófonos de Radio Argentina y su madre la inscribió en una popular academia para perfeccionar sus condiciones naturales. Escuchando a Libertad Lamarque, sus ansias se extendieron al tango y en un conocido tablao flamenco de la calle Corrientes -El Tronío-, sus 14 años compartirían escenario con figuras ya aceptadas por el gran público. Paseó muy joven su arte por países de Suramérica y al fin alcanzó los horarios centrales de la afamada Radio El Mundo al lado de Dajos Bela o Aníbal Troilo. Esta contrabandista de géneros musicales que apenas completó la escuela primaria descubrió un día que se le daba muy bien la composición y en su piano o en los rasguidos de la guitarra, comenzó a fraguar éxitos para folcloristas como Los Fronterizos, Ramona Galarza, Los Chalchaleros, Marian Farías Gómez; boleros para Roberto Yanés, Antonio Prieto, Fetiche y hasta blues: Novelera y Humo y alcohol, para series de televisión. Sedimentada ya en la memoria popular, escucha un día en pleno centro a un peón cargando cajones de sifones y cantando su cueca: Qué mala suerte, y esa emoción no la olvidaría jamás y serviría para marcarle un camino sin retorno. Sus creaciones tendrían que estar en la calle, entonada por la gente común. En 1960 compone una canción: Sueño de barrilete, que graba Miguel Saravia y simultáneamente los músicos y cantores de tango comienzan a cantarlo como tango y esa historia cala profundamente y se convierte en un éxito. En Si Buenos Aires no fuera así, una canción anterior, ya bosquejaba su intención: "Tiene tango, tiene vino, al amanecer, / y un amigo en el camino, siempre ha de tener...".

En 1968 gana el Segundo Festival de la Canción de Buenos Aires con su balada No es un juego el amor. Y el recuerdo de la casa de Avellaneda donde se crió con sus padres y su hermano da paso a una hermosa acuarela, El corazón al sur, que sigue emocionando a los porteños de toda condición. "Mi barrio fue una planta de jazmín, / la sombra de mi vieja en el jardín, / la dulce fiesta de las cosas más sencillas / y la paz en la gramilla de cara al sol...". Construyó un magma de más de 500 canciones y en su balada Honrar la vida, que consagró Mercedes Sosa, erige un gaudeamus de alegoría poética que la empina definitivamente en el cancionero universal: "Merecer la vida es erguirse vertical / más allá del mal, de las caídas. / Es igual que darle a la verdad / y a nuestra propia libertad / la bienvenida...". Cantantes y orquestas instalaron los temas en su repertorio. Los grandes poetas del tango la rodearon de reconocimiento y halagos y nada menos que Cátulo Castillo la definió: "Calza polleras y está esperando el Ángelus en un portón de tiempos, enigmática y triste desde que halló la hondura casi abismal del tango".

Su obra traspasa los límites del tiempo e instalada en la memoria popular, todos recordaremos su profundo amor por la Buenos Aires que la aplaudió sin reservas y a la que le dejó versos tiernos y profundos. Como en ese preámbulo de Buenos Aires, vos y yo, donde rubrica su testamento emocional: "Aunque me dé la espalda de cemento, / me mire transcurrir indiferente, / es esta mi ciudad... ¡Ésta es mi gente!, / y es el lugar donde morirme siento". Mirá vos.

José María Otero es presidente de la Academia Hispanoargentina del Tango

Archivado En