¡Vivan los PAI!

Fue el grito que se produjo durante la celebración del banquete en una boda que tuvo lugar el pasado mes de mayo en Moncofa pero los vecinos de la localidad aseguran que no ha sido la única ocasión. Entre carcajadas y tras varios "vivan los novios", algunos amigos de la pareja soltaron un "vivan los PAI" que fue coreado por decenas de invitados. No era para menos. El padre del novio había regalado a la pareja la casa en la que iban a vivir y pagado un excepcional convite fuera de su alcance hace sólo un año. Los millones de la Palafanga transformaron su vida al vender varias parcelas en la cos...

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Fue el grito que se produjo durante la celebración del banquete en una boda que tuvo lugar el pasado mes de mayo en Moncofa pero los vecinos de la localidad aseguran que no ha sido la única ocasión. Entre carcajadas y tras varios "vivan los novios", algunos amigos de la pareja soltaron un "vivan los PAI" que fue coreado por decenas de invitados. No era para menos. El padre del novio había regalado a la pareja la casa en la que iban a vivir y pagado un excepcional convite fuera de su alcance hace sólo un año. Los millones de la Palafanga transformaron su vida al vender varias parcelas en la costa que había heredado de sus ancestros. No se trata de una excepción sino que es generalizado. Se ha convertido en habitual la adquisición de viviendas para los hijos por parte de los padres y la compra de uno o varios buenos coches. Las calles de Moncofa han sido las primeras en notar el golpe de talonario urbanizador. Los lentos y ruidosos motocultores que eran mayoría hasta hace bien poco y los Seat Ibiza con más de 10 años han sido sustituidos por Mercedes o BMW último modelo con las máximas prestaciones. A los jóvenes les ha entrado la afición al tunning porque "en algo hay que gastar" y donde antes había una pequeña tienda o una planta baja sin uso, abren sus puertas flamantes sucursales bancarias con directores sonrientes a la espera de hacer negocio. A la hora del almuerzo en el bar siempre se cuentan anécdotas. La última la de una de las familias con más tradición en el cultivo del melón de Moncofa, que ha vendido una de sus tres fincas por tres millones de euros. El promotor le dijo que este verano podía seguir cultivando porque todavía no iban a urbanizar. Acto seguido el antiguo propietario le dio una bolsa de semillas por si era el promotor quien quería convertirse en agricultor. Asegurado el futuro con los millones, ya no merecía la pena el esfuerzo. Pero también hay "mucho desengañado y descontento", comenta Álvaro ante una tapa de chipirones, porque vendió a 12.000 euros la hanegada y dos meses después el precio era de 200.000, o porque han sido "hostigados por los corredores" y forzados a vender a un precio que después éstos han quintuplicado.

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