Crónica:FÚTBOL | Homenaje a Puskas

Entre Casillas y Ronaldo, Zidane

El Madrid gana a una selección húngara que le exigió más esfuerzo del previsto

Más que exámenes, el Madrid se hace autoevaluaciones, a falta de rivales poderosos, en la pretemporada. Ayer, en un partido emotivo en homenaje a Ferenc Puskas -ingresado en un hospital por una grave enfermedad-, el máximo representante del gol en el siglo XX (512 consiguió en 528 partidos), el Madrid sacó distintas conclusiones. La selección húngara de futbolistas que juegan en su país, algo así como un combinado B, era un rival exigente en lo físico (por su mayor rodaje) y mas débil técnicamente, dos buenas condiciones para medir el estado del Madrid. Y no es ni malo, ni bueno.

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Más que exámenes, el Madrid se hace autoevaluaciones, a falta de rivales poderosos, en la pretemporada. Ayer, en un partido emotivo en homenaje a Ferenc Puskas -ingresado en un hospital por una grave enfermedad-, el máximo representante del gol en el siglo XX (512 consiguió en 528 partidos), el Madrid sacó distintas conclusiones. La selección húngara de futbolistas que juegan en su país, algo así como un combinado B, era un rival exigente en lo físico (por su mayor rodaje) y mas débil técnicamente, dos buenas condiciones para medir el estado del Madrid. Y no es ni malo, ni bueno.

Con el equipo titular al completo, y durante casi todo el partido, Luxemburgo quiso plantear una prueba seria y hubo de todo. Por ejemplo, el Madrid aguantó entero un tiempo, el segundo lo vivió a merced de un rival más rodado aunque en el momento oportuno encontró a Ronaldo y en una sola carrera, tras un pase magistral de Zidane, marcó el primer gol en jugada del partido. Antes, en la primera mitad, todo había sido un duelo de penaltis. El primero lo malgastó Zidane, que casi a renglón seguido transformaba el segundo por agarrón a Ronaldo. El húngaro Kenesei marcó el suyo, injusto porque la falta de Salgado es fuera del área.

HUNGRÍA 1 - REAL MADRID 3

Hungría: Fülöp, Takács (Vadocz, m. 45), Komlósi, Balog, Boor (Baranyos, m. 14), Illes (Kenesei, m. 25), Coth (Priskin, m. 45), Halmosi (Vanczak, m. 45), Eger (Vincze, m. 45), Nikolov (Rosa, m. 61)y Kerekes (Torghelle, m. 61).

Real Madrid: Casillas; Salgado (Diogo, m. 78), Helguera, Pavón, Roberto Carlos; Beckham (De la Red, m. 78), Gravesen (Pablo García, m.71), Baptista; Raúl, Zidane (Guti, m.71); y Ronaldo (Soldado, m. 82).

Goles: 0-1, M. 18: Zidane, de penalti. 1-1, M. 42: Kenesei, de penalti. 1-2, M. 71: Ronaldo aprovecha un pase de Zidane. 1-3, M. 83: Owen, tras jugada de Baptista.

Árbitro: Markus Merk (Ale). Amonestó a Gravesen, Pavón y Torghelle.

50.000 espectadores en el Puskas Stadium.

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Es decir, ajeno a cualquier prueba, examen o evaluación, Ronaldo sigue siendo el mismo: con una oportunidad le vale, con dos casi le sobra. Antes, durante o después de la temporada siempre responde a lo que de él se espera. Más importante para el Madrid es la actitud y el juego de Raúl y Zidane. El madrileño parece otro, rápido, creativo y sin la obsesión del gol, que, por ello, ahora tiene más cerca. El francés, allí donde le gusta jugar, más cerca del área rival que del círculo central, ha recuperado su mejor juego. El pase a Ronaldo es el anuncio de la sociedad que llega. Ambos se necesitan mutuamente.

Baptista volvió a ser en Hungría un ejemplo de laboriosidad, pero está muy lejos del desequilibrante delantero del Sevilla. Tal y como juega el Madrid, está condenado a mayores sacrificios que brillos personales. Ayer, al menos, su potencia le permitió lucirse en el tercer gol (de Owen, otra vez a tiempo para hacer lo que sabe, definir). Cuando el Madrid languidecía, el físico de Baptista fue suficiente para arrollar a la defensa rival o recorrer 60 metros como si fuera el principio del encuentro.

Y no es menor buena noticia para el Madrid la continuidad del estado de gracia de Casillas. Ayer, cuando su equipo fue arrollado por los húngaros, el portero internacional volvió a proteger a su equipo en tres intervenciones decisivas. El Madrid, entonces, se santiguaba y miraba a Casillas cada vez que los animosos húngaros iban en tropel hacia el área. Disparos de lejos, de cerca, salidas arriesgadas, Casillas sostuvo al Madrid hasta que llegó el pase de Zidane, la galopada de Ronaldo y el gol. En cierto modo, aquel suplicio defensivo anta la pujanza del combinado dirigido por Matthäus le abrió el camino de la victoria. A base de sufir, de vivir en su área, encontró los metros que necesitaba para apostar por lo que mejor funciona, la velocidad de Ronaldo o, finalmente, la potencia de Baptista para el tercer gol de otro definidor, Owen, habitual en el último toque.

El Madrid aquilató en Hungría su estilo. Mucha potencia por el centro para resguardar el arte de Zidane, la inteligencia de Raúl y el gol de Ronaldo. Las bandas son cosa de los laterales mientras el cuerpo aguante. A Gravesen y compañía les toca poner el sudor necesario para que el equipo no se rompa. Ayer se rompió, pero en la pretemporada no conviene exagerar los problemas físicos.

Zidane centra el balón evitando la oposición de KomlosI.EFE

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