El que no corre huye | CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Pepinillo

Qué explosión de sabor tan rica la que se experimenta al pegar un buen bocado a un buen pepinillo en vinagre. Las papilas gustativas de los laterales traseros de la lengua se encrespan y un estupendo frescor nos cosquillea hacia los interiores de las orejas. A veces parece que hasta la mente se ensancha y se ve mejor. Si además el pepinillo se toma en ayunas y con resaca, los efectos se multiplican (bueno, como todo lo que se toma en ayunas, que ese vaso de agua fresca al levantarse no es comparable ni al maná más maná que digan los dioses que tomaban). Y los efectos de un pepinillo o te reviv...

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Qué explosión de sabor tan rica la que se experimenta al pegar un buen bocado a un buen pepinillo en vinagre. Las papilas gustativas de los laterales traseros de la lengua se encrespan y un estupendo frescor nos cosquillea hacia los interiores de las orejas. A veces parece que hasta la mente se ensancha y se ve mejor. Si además el pepinillo se toma en ayunas y con resaca, los efectos se multiplican (bueno, como todo lo que se toma en ayunas, que ese vaso de agua fresca al levantarse no es comparable ni al maná más maná que digan los dioses que tomaban). Y los efectos de un pepinillo o te reviven o te tumban, lo que está bien, porque tampoco está mal estar tumbado si se tiene resaca. Y casi lo mismo pasa con cebolletas, con algunas aceitunas y con la berenjena que preparan en un restaurante de mi barrio.

Luego dirán que los españoles somos envidiosos, pero a la hora de recomendar un bar lo hacemos con toda generosidad

Pero los vinagres son como la heroína, si te pasas, estás muerto. Ayer me pedí unos boquerones en vinagre. En qué hora. No diré dónde. Sí diré que era uno de los milcientoveintisiete sitios calificados como el bar donde ponen los mejores boquerones de todo/a x. Siendo x igual a nombre de la ciudad, del pueblo o de la autonomía en cuestión. Despejar x siguiendo el ejemplo: "Gerardo, hazme caso, en el mesón Pa Quito ponen los mejores boquerones de toda Andalucía".

Luego dirán que los españoles somos envidiosos y hablamos mal de todo, pero está claro que a la hora de recomendar un bar lo hacemos con toda la generosidad de la que sean capaces de ostentar los nativos del país más hospitalario del planeta. Me río yo de los esquimales, por decir unos. Un bar lo recomendamos con el mismo lujo de detalles que miseria de nombres de calles: tú pasas la farmacia, te metes por la segunda a la derecha, que hace esquina con una mercería con un letrero azul, antes de la zapatería y entre un sex-shop y una carnicería (qué dos diferentes negocios de la carne) ahí está el Pa Quito, lo vas a flipar, di que vas de mi parte y le das un saludo, ya verás qué tío. Habrá gente, sospechosa por naturaleza, que piense que eso lo hacemos para abalanzar al recomendado hacia un vinagre demoníaco y así mondarnos de la risa a su costa, que esto también dicen que se nos da bien. Pero no, el español cuando recomienda, recomienda de verdad. Claro que, y aquí viene el desaguisado, para los gustos se hicieron los sabores. Y el vinagre recomendado es el vinagre al que el paladar del recomendador se ha habituado durante años, por la sencilla razón de que es el bar con boquerones que más cerca le queda de su casa. Y es el que más le gusta. Como la tortilla de patatas de su madre, que es la mejor y la que más cerca le queda también. Y es que los españoles somos eternamente fieles a las madres y a los bares. Por los sabores y por la cercanía.

Tengo que decir que yo me acabé los boquerones llorando lágrimas como puños de pelotari, porque en el plato no se deja nada y lo que se pide se come. Y salí del bar con boquerones que quedaba más cerca de su casa acordándome mucho de su madre.

Refresco del día: si, a estas alturas, a usted no se le ha hecho la boca agua y no se ha olvidado por un momento de sus calores, una de tres: o yo he fracasado o no le gustan los pepinillos o no tiene usted alma.

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