VISTO / OÍDO

Una libertad

Los agentes que han bombardeado Londres recibieron, al parecer, algunas instrucciones por Internet, correo electrónico, móviles. Podían haberlo hecho por medios algo más antiguos: correo, teléfono fijo. Como siempre hasta ahora. Y hasta ahora esos medios de comunicación estaban respetados y su secreto garantizado excepto por permiso de un juez. No es extraño que se estén "rastreando", como dicen, las comunicaciones del día del atentado: ningún juez estaría en desacuerdo. Pero parece también que el Reino Unido trata de mantener sus controles sobre los nuevos medios. Los viejos vicios autocrátic...

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Los agentes que han bombardeado Londres recibieron, al parecer, algunas instrucciones por Internet, correo electrónico, móviles. Podían haberlo hecho por medios algo más antiguos: correo, teléfono fijo. Como siempre hasta ahora. Y hasta ahora esos medios de comunicación estaban respetados y su secreto garantizado excepto por permiso de un juez. No es extraño que se estén "rastreando", como dicen, las comunicaciones del día del atentado: ningún juez estaría en desacuerdo. Pero parece también que el Reino Unido trata de mantener sus controles sobre los nuevos medios. Los viejos vicios autocráticos siempre ilusionan a los demócratas: eran facilidades que ellos no tienen. Este despropósito comenzó pronto: antes de la Guerra Mundial, en una época que se llama de "decadencia de las democracias", en la que éstas se declaraban inermes ante las dictaduras que no necesitaban parlamentos y no admitían críticas de la prensa. Lo cual no les impidió ganar la guerra y destruir las dictaduras: pero algo recogieron de sus enemigos nazis y de sus compañeros estalinistas; sobre todo desde que los dos desaparecieron. Incluso con el pretexto de defenderse de las dictaduras, o de quienes ellos designaron como nuevos dictadores.

Ayer lo recordaba Antonio Gala (El Mundo) con esta frase perfecta: "El antiterrorismo no puede ser terrorista". Parece que la respuesta británica es cuidadosa en este sentido; no lo fue la de EE UU, que aterrorizó a Irak, donde cada día hay un Londres o un Madrid. Parece que hay enormes maquinarias por las que pasan todos los mensajes del mundo. Con el pretexto del terrorismo o cualquier otro -la defensa de los niños, la pornografía- se puede ejercer esta censura inmensa y descubrir secretos que no tienen nada que ver con la guerra. No estoy seguro de que la técnica haya podido llegar a esta perfección; al menos, los últimos atentados no han sido previstos por ese sistema ni por ninguno de los corrientes -confidentes, espionaje; torturas o lo que sea-, aunque en Madrid se ha llegado ya a detenciones y juicios; se supone que llegará a Londres la caída de los agresores. No cualquier medio es bueno, ni cualquier castigo, como no lo es Guantánamo ni las profanaciones del Corán. Hay quien dice que las bombas de Londres son respuestas a esas ofensas.

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