Entrevista:VELA | Comienzan en Valencia las regatas previas de la Copa del América

"Soy más fuerte que muchos hombres"

La estadounidense Dawn Riley, jefa deportiva del 'K-Challenge', es una de las dos únicas mujeres entre los 400 tripulantes

Dawn Riley es una isla en medio del océano. Entre los más de 400 tripulantes que se echarán a la mar del 16 al 26 de este mes en las regatas previas de la Copa del América, en Valencia, sólo habrá dos mujeres: ella y su compañera Katie Pettibone, ambas estadounidenses del equipo francés K-Challenge, uno de los 11 desafiantes del campeón, el suizo Alinghi.

Pero qué mujeres. Riley, de 40 años, no es una navegante cualquiera. Es un huracán que está para lo fino -jefa deportiva del equipo- y para lo grueso -ejerce de coffee o molinillo: son los tripulantes más fuertes; ...

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Dawn Riley es una isla en medio del océano. Entre los más de 400 tripulantes que se echarán a la mar del 16 al 26 de este mes en las regatas previas de la Copa del América, en Valencia, sólo habrá dos mujeres: ella y su compañera Katie Pettibone, ambas estadounidenses del equipo francés K-Challenge, uno de los 11 desafiantes del campeón, el suizo Alinghi.

Pero qué mujeres. Riley, de 40 años, no es una navegante cualquiera. Es un huracán que está para lo fino -jefa deportiva del equipo- y para lo grueso -ejerce de coffee o molinillo: son los tripulantes más fuertes; los que se encargan de izar y arriar las velas accionando unas manivelas para mover unos cabestrantes parecidos a los de los molinillos de café, de ahí el nombre-. Suelen ser tipos duros que sobrepasan los 100 kilos y que a veces proceden del rugby o del remo. No en el caso de Riley, que lo lleva en la sangre: "La primera vez que navegué tenía un mes de vida. Toda mi familia ha estado unida al mar desde generaciones. Mi tatarabuelo fue constructor de barcos. Pero fue a los 13 años cuando descubrí que quería dedicarme a esto".

"Mi trabajo requiere un esfuerzo intenso y continuo, quizá el más físico"
"Durante mucho tiempo he cobrado menos que mis compañeros. Ahora ya no. Hemos avanzado"

La competición deportiva más antigua del mundo sigue siendo, 154 años después, marcadamente masculina. Y los marinos dan dos argumentos para justificarlo: la tremenda exigencia física y la ley de la compensación de pesos dentro de la nave, que, según ellos, es más difícil de cumplir con las chicas. "Es cierto que debe haber esta compensación", replica Riley, "pero también se necesitan marineros ligeros en algunos puestos. Además, yo soy más fuerte que muchos hombres y mi trabajo requiere un esfuerzo intenso y continuo, probablemente el más físico".

¿Se siente heredera de los viejos piratas? "Sí, soy muy aventurera. Pero sólo me siento un poco pirata cuando escucho la canción de Jimmy Buffott y tengo una margarita en la mano", sonríe Riley, que es una pionera y, por lo tanto, una gran luchadora. Tuvo que limpiar algunos fondos de yates y aprender a arreglar algunos motores antes de que la tomaran en serio. Ha disputado tres Copas del América y dos Vueltas al Mundo. "Cuando yo empecé en la Copa, en 1992, era la única mujer. Ahora ya está Katie y muchas otras que forman parte del grupo aunque no suban al barco. Durante mucho tiempo he cobrado menos que mis compañeros hombres, pero ahora ya no. Hemos avanzado".

¿Acaso hay diferencias entre los marineros y las marineras? "Los hombres, a veces, utilizan primero la fuerza y después la cabeza. Las mujeres recurren primero a la cabeza. Como ellas siempre se están probando, van a ser muy fuertes mentalmente", dice Riley, que fue capitana del America3, el histórico conjunto sólo de mujeres que participó en la Copa de 1995, además de integrar el America3 que ganó en 1992. "Fue divertido. Los hombres no nos permitían navegar a no ser que fuéramos las cocineras. Así que montamos un barco sólo femenino", bromea.

Se trata, piensa Riley, de elegir a la persona adecuada, hombre o mujer, para cada puesto. A ser posible, rebajada de ego. "Para estar tres años juntos, cuanto menos tiempo se pierda con conflictos derivados del ego, mucho mejor", advierte Riley, que le gusta estar en el origen -desde hace tres años impulsa este proyecto financiado por la federación de vela francesa-, en la organización y en el remate final. En todo. Sin embargo, ¿cómo mantiene la cabeza limpia tras horas de navegación a toda vela?: "Lo hago sobre todo por la mañana, que estoy fresca. Después de navegar, exhausta, me recupero con un buen café. Prefiero navegar a organizar, pero seguramente esta Copa será mi despedida. Tuve un accidente muy grave y me duele mucho la espalda".

El mar es la vida para Riley, de ahí que no se corte al afirmar: "La gente de Valencia debería tener más respeto por el mar. Fui el otro domingo a una playa a dos kilómetros de aquí, en La Patacona, y estaba llena de porquería. Fue asqueroso". Suele hablar claro Riley, que tiempo atrás declaró que sería horrible que la Copa del América viniera a Europa. ¿Lo sigue pensando? "Está todo muy polvoriento [en alusión a las obras en el puerto de Valencia], pero veo en Europa un gran potencial. Tuvimos la base en Gandia y la gente se portó muy bien. Formamos parte de una misma comunidad".

Ausentes los legendarios Dennis Conner y Russell Coutts, Riley entiende que Brad Butterworth y Jochen Schuemann, del Alinghi, son los especialistas de la Copa, aunque su marinero preferido sea Peter Blake, asesinado hace tres años por piratas en Suramérica.

Riley ha escrito un libro sobre sus vueltas al mundo, Taking the Helm, y ahora prepara otro sobre cómo organizar un equipo de alta competición. También hizo sus pinitos como narradora de la Copa para la televisión.

"La primera vuelta al mundo", recuerda, "fue un gran reto, pero la segunda ya supuso un trabajo. Además, soy alérgica a la comida sintética y ya no podría hacerlo. La Copa siempre es un gran desafío". ¿Y qué piensa de Ellen McArthur [la británica que dio la vuelta al mundo en 71 días sin escalas y en solitario]?: "Que ha sido muy grande, pero a mí no me apetece nada dar la vuelta al mundo en solitario".

Lo que le apetece es dirigir una fundación que enseña a navegar a niños con pocos recursos: "Sobre todo, del interior, con pocas posibilidades de aprender por su cuenta. Si viene un niño cuyo papá tiene un yate, lo echamos. No pretendemos que sean grandes campeones, sino que sepan lo que es navegar".

Ése es el espíritu de Riley, cuyo mejor momento en un barco no ha sido al ganar algún rutilante trofeo, sino en la suave travesía diaria que hace con el suyo, que es también su casa, hasta el lugar donde trabaja, en Sausalito (San Francisco): "Me tomo un café tranquilamente y es maravilloso".

Por cierto, ¿tiene hijos? "No. Mis hijos son las 40 personas que dirijo aquí".

Dawn Riley, el miércoles pasado, en el puerto de Valencia.JESÚS CISCAR

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