Reportaje:

Freire no correrá 'en casa'

Al campeón no le convence el circuito que en septiembre acogerá el Mundial de Madrid y que ayer revisó escoltado por la policía

Óscar Freire (Torrelavega, 1976), triple campeón del mundo de ciclismo en ruta, tiene un objetivo: revalidar su título en el Mundial de Madrid, que se disputará el 25 de septiembre, para lograr lo que nunca nadie ha conseguido: levantar una cuarta corona. Para conseguirlo, el cántabro está dispuesto a todo. Si hay que centrar la planificación de toda la temporada en el Mundial, así se hace. Si necesita venir a Madrid desde Milán para ver el recorrido de la carrera, viene, como lo hizo ayer, y se monta en una furgoneta seguida por siete coches llenos de periodistas. Y, si quiere recorrer el cir...

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Óscar Freire (Torrelavega, 1976), triple campeón del mundo de ciclismo en ruta, tiene un objetivo: revalidar su título en el Mundial de Madrid, que se disputará el 25 de septiembre, para lograr lo que nunca nadie ha conseguido: levantar una cuarta corona. Para conseguirlo, el cántabro está dispuesto a todo. Si hay que centrar la planificación de toda la temporada en el Mundial, así se hace. Si necesita venir a Madrid desde Milán para ver el recorrido de la carrera, viene, como lo hizo ayer, y se monta en una furgoneta seguida por siete coches llenos de periodistas. Y, si quiere recorrer el circuito en plena hora punta, con la ciudad colapsada por el tráfico, recurre a la policía para que abra paso al convoy.

Vestido con su maillot arco iris de campeón mundial, pero con la bicicleta en el maletero, Freire estudió ayer los 21,3 kilómetros que tendrá que recorrer 13 veces para ganar el Mundial. No era un día para preocuparse por Petacchi, el sprinter italiano que le arrebató su deseada Milán-San Remo, ni para pensar en cómo aguantar 276,9 kilómetros hasta la meta. El rival a batir era el tráfico. Y Freire venció gracias a un coche policial que le despejaba el camino por delante, las luces y las sirenas siempre encendidas, y a tres motoristas que acotaban a los lados y por detrás el convoy de coches que le seguían.

Que el recorrido empiece y termine en el estadio Bernabéu, que pase por la Castellana y remonte calles y avenidas del centro de la capital, no fue un problema. Interrumpir el tráfico, invadir el sentido contrario o saltarse los semáforos..., todo valía para que Freire aumentase sus posibilidades de ganar el Mundial. Sólo se subió a la bici cuando llegó a la Dehesa de la Villa, cerrada al tráfico. Entonces se puso el casco y se quitó sus brillantes sandalias de cuero rojo para sustituirlas por las botas de clavos. Frente a él, llena de pronunciadas curvas, la rampa que deberá decidir el Mundial, el rasero que medirá al nuevo campeón. A Freire le supo a poco. "A este ritmo, no impresiona mucho", dijo tras una enloquecedora subida en la que él pedaleaba mientras los cámaras las televisiones se descolgaban por las ventanas de sus coches para grabarle. Al final de la rampa, vuelta al coche y al ulular de las sirenas de la policía, que permanecieron con la caravana hasta la llegada a meta, en el Bernabéu."No es el mejor recorrido para mis características", concluyó luego en el Consejo Superior de Deportes, donde se reunió con Jaime Lissavetzky, secretario del Estado para el Deporte; "nos perjudica correr en casa, ser favoritos y tener que tirar".

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