Dos libros reivindican el embate creativo de la editorial Bruguera

Personajes como Carpanta retrataban las penurias de la posguerra

La censura les puso un bozal por políticamente incorrectos. Los personajes de los tebeos de la editorial Bruguera, tipos como el misérrimo Carpanta o el ricachón Apolinio Tarúguez, ofrecían unos retratos demasiados fieles de las penurias e injusticias sociales de la posguerra española. Dos volúmenes ilustrados reivindican ahora el legado de unos dibujantes que provocaron carcajadas a miles de lectores con sus disparatadas ocurrencias.

Los libros Cuando los cómics se llamaban tebeos. La Escuela Bruguera. 1945-1963 (El Jueves), de Antonio Guiral, y ...

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La censura les puso un bozal por políticamente incorrectos. Los personajes de los tebeos de la editorial Bruguera, tipos como el misérrimo Carpanta o el ricachón Apolinio Tarúguez, ofrecían unos retratos demasiados fieles de las penurias e injusticias sociales de la posguerra española. Dos volúmenes ilustrados reivindican ahora el legado de unos dibujantes que provocaron carcajadas a miles de lectores con sus disparatadas ocurrencias.

Los libros Cuando los cómics se llamaban tebeos. La Escuela Bruguera. 1945-1963 (El Jueves), de Antonio Guiral, y Guía visual de la editorial Bruguera. 1940-1986 (Glénat), de Tino Regueira, ponen fin a un olvido injusto. Ambas obras comparten protagonista, la desaparecida editorial barcelonesa Bruguera, pero el tratamiento es diferente, aunque complementario. Guiral se centra sobre todo en los tebeos, mientras que Regueira reseña otros productos editoriales, que van desde colecciones de cromos hasta revistas dirigidas al público adolescente. Eso sí, el objetivo es el mismo: rendir homenaje a una editorial que dejó una importante herencia de cultura popular a varias generaciones de lectores.

"El libro arranca en 1945 porque es el año del relanzamiento de la revista Pulgarcito, cuya publicación se interrumpió por la Guerra Civil. Concluye en 1963 con la creación de una censura específica para los tebeos. Parte de sus contenidos críticos se perdieron entonces", explica Guiral, quien dedica varias páginas del volumen a glosar el sacrificado trabajo de artistas como Cifré, Gin, Escobar, Ibáñez, Ginés, Vázquez, Conti y Nadal. "Muchos de ellos padecieron la represión franquista. Por eso, con un sentido de humor grueso, mostraron las carencias de la sociedad española de la posguerra. Por ejemplo, varias historietas trataban del estraperlo o de cortes de suministros de la luz".

Como rasgo característico de la escuela Bruguera, el autor destaca el estilo caricaturesco de sus dibujantes, que supieron reflejar sin tapujos toda una época de miseria. Con la llegada de la democracia y la modernización del país, aquellos personajes fueron perdiendo fuelle. Su decadencia estaba cantada. "Perdieron gran parte de su impacto al tratarse de estereotipos anclados en una época determinada. Además, la censura fue implacable con los autores", apunta Guiral.

Poco a poco, se fueron despidiendo de los lectores héroes trillados como Blasa, portera de su casa, o el profesor Tragacanto y su clase que es de espanto. Algunos, sin embargo, habrían sobrevivido perfectamente al paso del tiempo. Basta con repasar la actualidad inmobiliaria para comprobar la permanencia de parejas de papel como Maripili y Gustavito, todavía sin pisito.

Por su parte, la guía de Tino Regueira recopila una sucesión de ilustraciones acompañadas de textos breves para dejar constancia de la amplia producción de Bruguera, que comprendió desde cómics de superhéroes del sello norteamericano Marvel -como Spiderman y La Mosca Humana- hasta libros de ciencia-ficción. "Esta obra es un mapa de cultura popular. Bruguera fue principalmente una editorial que publicó tebeos, pero en su catálogo también hubo ensayos y libros de filosofía", dijo en la presentación del libro el especialista en cómics españoles Antonio Martín.

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"También nos gustaría hacer historia viva. Por ejemplo, quiero animar a los dibujantes de aquella época, aunque desgraciadamente son ya pocos los que quedan vivos, a que escriban sus memorias y nos hablen de su trabajo en las editoriales", pidió el director de Glénat, Joan Navarro, quien lamentó el escaso interés que ha despertado tradicionalmente entre los investigadores el mundillo de los tebeos.

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