El debate en España

EN SU INTERESANTÍSIMO y polémico prólogo a la nueva edición de Lo uno y lo diverso Claudio Guillén disiente del modo de organización de los estudios comparatísticos en España, ligados hoy administrativamente a la teoría literaria. ¿Supone esta disidencia un síntoma de ese "rechazo a la teoría" que dibujó Paul de Man, uno de los grandes críticos de Yale que Guillén reivindica, en una de sus obras más conocidas?

Posiblemente no. No hay en Guillén la menor huella de las dos actitudes clásicas del "rechazo a la teoría" que se practican en España. La primera sostiene, tácita o explíci...

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EN SU INTERESANTÍSIMO y polémico prólogo a la nueva edición de Lo uno y lo diverso Claudio Guillén disiente del modo de organización de los estudios comparatísticos en España, ligados hoy administrativamente a la teoría literaria. ¿Supone esta disidencia un síntoma de ese "rechazo a la teoría" que dibujó Paul de Man, uno de los grandes críticos de Yale que Guillén reivindica, en una de sus obras más conocidas?

Posiblemente no. No hay en Guillén la menor huella de las dos actitudes clásicas del "rechazo a la teoría" que se practican en España. La primera sostiene, tácita o explícitamente, que la literatura comparada actual es un bastión que hay que defender del acoso de la especulación. No se comprende, como lo hace Guillén, que la existencia del comparatismo es resultado directo del carácter autorreflexivo de las preguntas de la teoría literaria: ¿quién o quiénes hablan en un texto, desde dónde lo hacen, de qué parte de su discurso pueden hacerse responsables? Sólo cuando la teoría somete a sospecha todo lo que parece indiscutible (sujetos, localizaciones, significados, jerarquías) la literatura comparada funciona como disciplina. La segunda actitud es más bien difusa: una voluntad de borrar el estudio supranacional de la literatura que propone Guillén hasta convertirlo en un mero repertorio de las traducciones de las literaturas nacionales por sus vecinas, como si la literatura comparada fuese una suerte de ectoplasma lingüístico de cada una de ellas.

Más bien Guillén parece apuntar a cierto descuido respecto de la gran tradición occidental, por un lado, y, por otro, a un "hispanocentrismo" marcado por "la ceguera respecto a los otros y la indiferencia a todo cuanto no es español". Es posible apuntar una consecuencia directa de esta observación: hay muy pocos estudios comparados cuyo objeto mismo sea esta península, España y Portugal, con tantas lenguas y tradiciones solapadas; un terreno especialmente interesante para esas "crisis de filiaciones" que, con su habitual penetración, Guillén observa. N. C.