Entrevista:TROTAMUNDOS | JUAN TAMARIZ - MAGO | FIN DE SEMANA

Magia con subtítulos en japonés

Tachán... La magia de este prestidigitador desata las alarmas en las aduanas de los aeropuertos. Después de 35 años de profesión por todo el mundo, asegura que su lenguaje es universal. ¿Su último espectáculo?: Magia potagia.

Cuénteme eso de la funda de violín que tantos recelos causa en los aeropuertos.

Yo, todos mis artilugios de magia los guardo dentro de esa funda, de modo que cuando pasa por las cintas de seguridad los vigilantes se sobresaltan al ver objetos extraños, como una batidora de huevos manual. Entonces abren la funda y me preguntan: "¿Para qué es est...

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Tachán... La magia de este prestidigitador desata las alarmas en las aduanas de los aeropuertos. Después de 35 años de profesión por todo el mundo, asegura que su lenguaje es universal. ¿Su último espectáculo?: Magia potagia.

Cuénteme eso de la funda de violín que tantos recelos causa en los aeropuertos.

Yo, todos mis artilugios de magia los guardo dentro de esa funda, de modo que cuando pasa por las cintas de seguridad los vigilantes se sobresaltan al ver objetos extraños, como una batidora de huevos manual. Entonces abren la funda y me preguntan: "¿Para qué es esto?". Y yo respondo: "Para adivinar el pensamiento".

Eso debe tranquilizar. ¿Nunca ha tenido problemas?

Sí, en el año 1973 volví a España en un seiscientos. Entonces había aquí un dictador cuyo nombre he olvidado y era difícil entrar sin que te pararan. Yo llevaba un juego de magia en el que un reloj se rompe y aparece en cinco cajas. Me preguntaron qué era eso. Y mi compañero de viaje, que era mago: "Las cajas del contrabandista", así es como se llama el juego. "¿Está de broma, eh? Pues quiero verlas todas", dijo el guardia. Miró todo, hasta las ruedas del coche, y encontró unos polvos blancos que echo en las cartas para que corran mejor. Fue un despropósito.

En 35 años le habrá pasado de todo en los viajes.

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Sí, recuerdo uno a Colombia, yendo de Barranquilla a Cartagena. Llegamos a las tres de la madrugada a un pueblo en fiestas: la gente tocaba y bailaba, había rosquillas. Pregunté: qué celebran, y me dijeron que nada, que eso lo hacían cada noche. El pueblo entero amanecía a las cuatro de la tarde, recolectaba lo justo para vivir y después se dedicaba a disfrutar. Me pareció que tenían una felicidad per cápita apabullante. Un lugar ideal para vivir.

En Japón no encontraría tanta algarada nocturna.

No, aunque después de mucho viajar me he dado cuenta de que somos todos iguales, tenemos las mismas emociones, deseos, defectillos, vanidad, celos... y humor. Mi magia la entiende igual el colombiano que el japonés, aunque los subtítulos en japonés son los mejores, porque no caen a la altura de las manos, sino en el lateral de la pantalla de televisión.

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