Adelantado a esta época
Otra nueva experiencia de Israel Galván, en su personal batalla por desposeer al baile flamenco de rutinas y corsés. En esta ocasión, dando muestras de austeridad espartana. Tres sillas en el escenario y nada más. Y ahí, sin ningún accesorio, hacen todo su juego los tres flamencos.
Un juego que consiste solamente en pinceladas, de toque, de cante, de baile. Los tres a la vez, o en diversas combinaciones. Incluso Galván baila solo con frecuencia, igual que Terremoto canta solo, o Lagos toca solo. Es decir, que las combinaciones son muy numerosas y ofrecen múltiples posibilidades a los ar...
Otra nueva experiencia de Israel Galván, en su personal batalla por desposeer al baile flamenco de rutinas y corsés. En esta ocasión, dando muestras de austeridad espartana. Tres sillas en el escenario y nada más. Y ahí, sin ningún accesorio, hacen todo su juego los tres flamencos.
Un juego que consiste solamente en pinceladas, de toque, de cante, de baile. Los tres a la vez, o en diversas combinaciones. Incluso Galván baila solo con frecuencia, igual que Terremoto canta solo, o Lagos toca solo. Es decir, que las combinaciones son muy numerosas y ofrecen múltiples posibilidades a los artistas; todas las explotan ellos y las explotan bien.
Lo que hacen, sin embargo, es flamenco clásico. Sobre todo guitarrista y cantaor. Flamenco clásico de la mejor ley. Fernando Terremoto, singularmente, echa a pasear su rajo cantaor y ahí todos quietos porque canta mejor que nunca, con duende, con flamencura. Manuel Lagos también es pieza fundamental, porque prácticamente no deja de tocar e igualmente no se desvía de la ortodoxia ni un milímetro.
XIII Festival Caja Madrid
Cante: Carmen Linares, con Juan Carlos Romero y Paco Cruzado, al toque, y Antonio Coronel, a la percusión. Baile: Israel Galván, con Fernando Terremoto, al cante, y Manuel Lagos, al toque. Teatro Albéniz. Madrid, 17 de febrero.
Israel Galván ya es otra cuestión. Todo lo que baila es flamenco clásico, lo que ocurre es que él lo baila distinto, de manera original y sorprendente. Violenta los movimientos, cambia bruscamente los ritmos, inventa quedadas inverosímiles y espectaculares. Y todo es flamenco, un flamenco que muchos todavía no entienden -ni quieren, quizá-, muy adelantado a su tiempo y a su época.
Por delante había cantado Carmen Linares. Un concierto rebosante de tradición y clasicismo. Le acompañaba al toque Juan Carlos Romero, con quien se entiende de maravilla. Linares se halla de nuevo en gran forma, canta con suficiencia, con autoridad. Hizo un repertorio bien conocido, desde la malagueña a las bulerías, un repertorio si se quiere convencional, aunque ella con su clase le daba categoría.
El primer esplendor lo tuvo en la taranta, lo que es habitual por ser uno de sus estilos predilectos. Después volvió a brillar en las bulerías por soleá, que cantó con decisión y viveza. En las siguiriyas con cabales, otro de sus palos favoritos, volvió a mostrar su gran categoría. Sobria, elegante, una vez más Carmen Linares fue la gran cantaora que domina el escenario en todo momento.