LA INMIGRACIÓN POR DISTRITOS | Barajas

De Brooklyn a un bar pequeño en 'el pueblo'

Un enorme tatuaje con las palabras Brooklyn y New York Yankees serpentea el brazo de David Benítez, El Gordo. Este ecuatoriano, que pesa más de 150 kilos -"la verdad es que no lo sé exactamente", dice-, tiene un bar latino en pleno casco histórico de Barajas: La Barca Latina. "Esto es como un pueblo, aquí me conoce todo el mundo. Me dicen: 'Mira, por ahí va el gordo", cuenta, contento.

El cambio ha sido brusco: David vivió durante 23 años en el barrio neoyorquino de Brooklyn. De Estados Unidos se ha traído una visión crítica contra la moda latina de imitar a los jóvenes estadouni...

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Un enorme tatuaje con las palabras Brooklyn y New York Yankees serpentea el brazo de David Benítez, El Gordo. Este ecuatoriano, que pesa más de 150 kilos -"la verdad es que no lo sé exactamente", dice-, tiene un bar latino en pleno casco histórico de Barajas: La Barca Latina. "Esto es como un pueblo, aquí me conoce todo el mundo. Me dicen: 'Mira, por ahí va el gordo", cuenta, contento.

El cambio ha sido brusco: David vivió durante 23 años en el barrio neoyorquino de Brooklyn. De Estados Unidos se ha traído una visión crítica contra la moda latina de imitar a los jóvenes estadounidenses. A David le exaspera la rivalidad entre las bandas latinas de Latin King y de Los Ñetas que existe entre los latinoamericanos de Madrid. "Esas bandas ya existían en Brooklyn hasta que se unieron. Allí podían tener sentido, aquí los chavales latinos se están dividiendo entre una y otra banda sólo por moda", critica.

David sirve en el bar platos típicos ecuatorianos: encebollado de pescado; ceviche de camarón o caldo de pata. Ahora tiene un sueño: poder abrir su bar hasta las tres de la mañana.

Pero El Gordo sabe que esto le puede traer más de un problema con los vecinos. "Antes de solicitarlo tengo que insonorizar el local", reconoce. De momento, sube un poco la música a las nueve de la noche, que es cuando se le empieza a llenar el local. Luego, a medianoche, asegura que la baja "para no molestar".

El bar lo gestiona a medias con su mujer, Janilda, que es dominicana. "Vivimos en un piso de alquiler con mi hija, mi suegra y mi cuñado. Todos juntos", explica este ecuatoriano.

A Janilda la conoció una noche bailando, en la discoteca Bailódromo Latino, de la calle de Orense. En realidad, estos dos latinoamericanos no están casados, son pareja, pero a David le gusta hablar de ella como "mi mujer". "Algún día nos casaremos, por la Iglesia y también por lo otro; ¿por el Ayuntamiento se dice? Pues sí, lo haremos".

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