Reportaje:FÚTBOL | El impacto de un jugador que huye de los focos

La sorprendente irrupción del futbolista casi perfecto

Deco, el centrocampista del Barça, se ha ganado el respeto de sus compañeros y rivales con un fútbol total que aúna trabajo y talento

Terminado el entrenamiento en Peralada (Girona), Deco acelera el paso y adelanta a un par de compañeros por el sendero entre pinos que comunica el campo con el hotel donde Frank Rijkaard ha concentrado a sus jugadores al término de las vacaciones navideñas. Es jueves, víspera de Reyes y cae la tarde en el Empordà cuando el número 20 azulgrana se acerca a Damià, último canterano en aparecer en escena en este Barça que lidera la clasificación liguera. El lateral, titular ayer ante el Villarreal por sanción de Belleti, escucha mientras le habla, casi le susurra, el brasileño nacionalizado portugu...

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Terminado el entrenamiento en Peralada (Girona), Deco acelera el paso y adelanta a un par de compañeros por el sendero entre pinos que comunica el campo con el hotel donde Frank Rijkaard ha concentrado a sus jugadores al término de las vacaciones navideñas. Es jueves, víspera de Reyes y cae la tarde en el Empordà cuando el número 20 azulgrana se acerca a Damià, último canterano en aparecer en escena en este Barça que lidera la clasificación liguera. El lateral, titular ayer ante el Villarreal por sanción de Belleti, escucha mientras le habla, casi le susurra, el brasileño nacionalizado portugues, seguramente el jugador más trascendente para el juego del equipo en lo que va de curso. El veterano corrige y aconseja, ejerciendo, ni más ni menos, su función de líder. En su caso, de líder del líder.

"Merecía el Balón de Oro; si fuera mejor de cabeza sería perfecto", dice Luis Suárez
"Juego como lo he hecho siempre. Igual no me conocían mucho", afirma el portugués
"Deco juega al fútbol de verdad, sin adornos, no necesita exagerar", le alaba Johan Cruyff"

En el Barça de Rijkaard, Carles Puyol impone su físico para marcar la linea en defensa, Xavi la toca y juega la pelota en la medular, o la guarda según convenga, mientras Ronaldinho enamora, Eto'o convierte en gol el esfuerzo colectivo y Anderson Luis de Souza, o sea, Deco... "Deco juega al futbol". Si quien habla así es Johan Cruyff, debe ser cierto.

Pasa, toca, guarda, marca y roba, según exige cada partido, leyendo el guión que se improvisa por momentos como pocos jugadores son capaces de hacerlo. Cruyff, siempre referente para el barcelonismo, no repara en elogios: "Él no necesita exagerar, no precisa de adornarse tocándola de tacón como otros. Su fútbol es de verdad". Dice el holandés que desde Koeman no había visto a nadie mejor en el golpeo de balón al tiempo que califica de "espectacular" la velocidad con la que Deco juega la pelota, "una cualidad que no tiene ni Ronaldinho". Avalando a quienes consideran a Deco un jugador inteligente tácticamente, Cruyff concluye que su aportación defensiva es consecuencia de que "corre antes, no más que los rivales, por eso roba muchas pelotas".

¿Siempre fue así? Sí y no. Nacido el 27 de agosto de 1977 en Sao Bernando del Campo (Brasil), el primer recuerdo futbolistíco de Deco le remite a un campo de tierra y los pies descalzos. Pura filigrana, ya entonces le llamaban Decu, mote que proviene de dé cuzinho, expresión brasileña que alude a los que hablan comiéndose palabras. Fue su tío quien empezó a llamarle así y pronto dé cuzinho quedó sólo en Deco. Así le conocieron en la fábrica Mercedes donde trabajó de los 14 a los 16 años y con él se dio a conocer en el Nacional de Sao Paulo, en 1995. En 1997 le fichó el Corinthians y, sólo un año después, emigró a Portugal.

Le fichó el Oporto como media punta técnico y vertical, cuando sólo tenía 20 años. No convenció a Graham Sounnes, entrenador del equipo entonces y fue cedido al Alverca, de Segunda, donde pagó la adaptación y no brilló. En el Salgueiros tuvo una segunda oportunidad. La aprovechó y Fernando Santos le abrió las puertas, al fin, del Oporto. Bajo su tutela, Deco creció tanto que se convirtió en un nuevo futbolista.

"Antes era muy técnico, muy fino, muy creativo", recuerda Deco. "Y él me convenció de que el fútbol tenía dos fases, que no bastaba con crear, tenía que hacer algo más para ser mejor". Obró en consecuencia. Hasta hoy.

Fue Charly Rexach el primero en acercarse a Oporto para negociar su fichaje por el Barça. Fracasó ante la intransigente postura de los directivos blanquiazules, pero aquella visita dejó semilla. "Siempre lo tuvo claro. Quería jugar en el Barça y al final, lo consiguió", recuerda Jorge Mendes, su representante y amigo, que no logró complacerle en el verano de 2003, cuando negoció su traspaso y el de Rafael Márquez, entonces en el Mónaco, al Barça con Txiki Begiristain, director deportivo azulgrana.

Txiki llegó a un acuerdo para contratar al defensa pero admite que se descartó entonces a Deco por considerar incompatible su juego con el de Ronaldinho. A base de verle, llegó un día que se disiparon todas las dudas. "Sandro Rosell [vicepresidente deportivo del Barça] nos dijo que el Oporto se había comprometido a venderle después de la Eurocopa y que él quería venir al Barça. Ya no teníamos ninguna duda y cerramos la operación". Tras pagar 21 millones de euros, el 6 de julio del 2004 Joan Laporta, presidente azulgrana, presentó a Deco en el Camp Nou. Por venir al Barça, Deco renunció a cobrar su comisión por el traspaso. "Fichamos a un campeón", dijo Txiki esa mañana.

En Barcelona ha sorprendido incluso a sus compañeros. Xavi, por ejemplo, tardó apenas dos semanas en darse cuenta de que no era lo que esperaba. "Me sorprendió su capacidad de trabajo, no pensaba que defensivamente participara tanto en el juego", asegura ahora, cuando su compenetración con Deco le permite asegurar que "nos basta una mirada para entendernos". "Los buenos jugadores siempre nos entendemos", dijo Ronaldinho zanjando el debate sobre su supuesta incompatbilidad con el portugués.

A Deco aún le extraña la sorpresa que causó verle en acción. "Juego como lo he hecho siempre, será que no me conocían mucho", resume, lacónico, el centrocampista. Puede que los jugadores del Barça le conocieran poco, pero lo cierto es que Deco fue la pasada temporada el segundo jugador de la Liga portuguesa que más faltas cometió. A quien no ha extrañado en absoluto su rendimiento es a los jugadores del Deportivo. A Sergio, por ejemplo, que se quedó la temporada pasada con las ganas de jugar la final de la Copa de Europa, en gran parte, por culpa de Deco.

Recuerda el centrocampista catalán que "Deco, en el partido de ida, en Oporto, no lució mucho, seguramente porque la pelota fue nuestra, pero en Riazor, nos eliminó él: forzó el penalti y luego cogió la pelota y se acabó el partido". Descubrió entonces la facilidad del portugués para manejarse en el fango, en las ingratas tareas que obligan a los centrocampistas a fajarse por recuperar balones.

Según Rijkaard, Deco se ha convertido en un ejemplo para sus compañeros: "Juega, hace jugar y da la sensación de que disfruta". Para Márquez, resulta una suerte tenerle a su lado: "Siempre que le busco, le encuentro" dice. Como Samuel Eto'o, que asume ser él quien se mueve en función de lo que Deco decide, y no al revés: "No me ofrezco al pase, sencillamente interpreto dónde piensa ponerme la pelota y me anticipo. Él decide y siempre suele escoger la mejor opción", reconoce.

Siempre titular en el Barça, Deco toca la pelota por lo menos una vez por minuto. De las 1380 veces que hasta el inicio del partido de ayer había tocado el balón, sólo en 46 lo hizo con la cabeza. "Si fuera mejor por alto", apunta Luis Suárez, director deportivo del Inter, "sería perfecto. Y el jugador perfecto no existe". 200 veces empezó Deco la jugada de ataque del Barça y en 42 lo hizo tras robarle la pelota a un rival, dato que unido a las 50 faltas cometidas, habla de su capacidad para frenar al rival. Sólo Diego Rivas, del Getafe, ha cometido más faltas que el portugués (52).

De los 1.134 pases que ha dado a sus compañeros, 804 los dio bien, 28 de ellos en profundidad, 117 abriendo a las bandas y 31 haciendo un cambio de orientación en el juego. Laborioso antes que vistoso, la afición le reconoció antes por su conducta que por su talento, que terminó por seducir a la afición, que ya corea el nombre de Deco en el Camp Nou como premio a su sabiduría y al derroche de esfuerzo con el que llena sus partidos. Las estadísticas aseguran, además, que de los 53 regates que ha probado, 34 le salieron bien y en 14 fue objeto de falta. Ha forzado 54 infracciones en lo que va de curso, al tiempo que cinco veces dio el pase de gol a un compañero. Para colmo, ha marcado cuatro tantos. "Impresionante", asegura Eusebio, ayudante de Rijkaard, que le reconoce como "futbolista por definición". "Juego bien en la medida que lo hace el equipo", casi se disculpa Deco.

Consciente de no ser un futbolista mediático, ni dentro del campo ni mucho menos fuera de la cancha, el portugués parece dar por bueno que Schevchenko ganara el Balón de Oro y él se quedara con el de plata. "Vergonzoso", opina Luis Suarez, el último español en lograr tal galardón. "Atendiendo a su rendimiento durante el año, merecía el de oro". "Fue injusto que no se lo dieran a Deco", aseguró Cruyff.

José Mourinho aconsejó a Deco en el verano de 2003 que no abandonara el Oporto y que esperara un año para mudarse a Barcelona. Deco hizo bien al hacerle caso. Con el Oporto, la pasada temporada, lo ganó todo, individual y colectivamente. Con su club ganó la triple corona: la Liga, la Copa y la Champions en la final ante el Mónaco, en la que además marcó un gol. Fue nombrado mejor jugador de Portugal, mejor centrocampista de la Liga de Campeones, y mejor jugador de la final. Y acabó la temporada proclamándose subcampeón de la Eurocopa. Deco cree que su fichaje por el Barça culminó el mágico 2004. Su primer triunfo en Barcelona fue ganarse el respeto del vestuario "por inteligente, serio en el trabajo, divertido y carente de caprichos", según un colaborador del primer equipo.

"Soy muy feliz en Barcelona", reconoce Deco, por mucho que le falte algo. En el plano deportivo, ansía títulos - "para eso vine"- y en lo personal, en su casa en Sant Just Desvern, donde vive con Jaciara, su segunda esposa, y una niña preciosa, Yasmin, cada día echa de menos a sus otros hijos, Joao Gabriel y Pedro Henrique, que viven en Brasil con su primera mujer.

Deco, jugador del Barça.JORDI ROVIRALTA

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