Una técnica milenaria que vive del turismo

La alfarería Tito de Úbeda trabaja igual que lo hicieran sus antepasados. El torno bajo, que ya utilizaban los íberos y que se giraba impulsándolo con una mano mientras se trabajaba el barro húmedo, perdió protagonismo en Úbeda con la llegada de los árabes, que introdujeron en el siglo VII el torno alto. Éste se hacía girar por el impulso de la pierna y dejaba las dos manos libres para modelar la arcilla.

"Nosotros trabajamos con las mismas técnicas, aunque ahora es un motor el que hace girar el torno. Pero si nos quedamos sin luz volvemos al impulso de la pierna", explica Tito. Al tiem...

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La alfarería Tito de Úbeda trabaja igual que lo hicieran sus antepasados. El torno bajo, que ya utilizaban los íberos y que se giraba impulsándolo con una mano mientras se trabajaba el barro húmedo, perdió protagonismo en Úbeda con la llegada de los árabes, que introdujeron en el siglo VII el torno alto. Éste se hacía girar por el impulso de la pierna y dejaba las dos manos libres para modelar la arcilla.

"Nosotros trabajamos con las mismas técnicas, aunque ahora es un motor el que hace girar el torno. Pero si nos quedamos sin luz volvemos al impulso de la pierna", explica Tito. Al tiempo que señala un anafre en el que su madre ha preparado un cocido en más de una ocasión, el joven artesano, que ha creado 300 piezas para el rodaje de El capitán Alatriste, hace hincapié en la modernidad de la cerámica popular. "Las piezas del día a día han evolucionado muy poco. Nuestros antepasados crearon diseños muy depurados por la funcionalidad que debían cumplir, y aquí radica también su modernidad", subraya.

Tito resalta al mismo tiempo la fortaleza y sensibilidad de los artesanos de antaño. "Eran personas muy fuertes, que se hacían 80 cántaros en un día, pero que también tenían la sensibilidad y el gusto de dotar de belleza a algo tan básico como un cuenco o un azumbre para llevar vino", subraya el alfarero.

En el siglo XIX y principios del XX se llegaron a contabilizar en Úbeda más de mil alfareros, todos ellos ubicados en la calle Valencia. Con la llegada del plástico y otros materiales en las primeras décadas del siglo pasado, el oficio de alfarero se fue perdiendo. Ahora sólo quedan unas seis familias que trabajan la cerámica en la ciudad -declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco-, sobre todo gracias al turismo. "La sociedad está empezando a valorar la cerámica desde un punto de vista artístico, pero todavía queda mucho por hacer", concluye Tito.

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