Crítica:POP | The Rockdelux Experience

La montaña rusa

La revista barcelonesa Rockdelux es una de las más extraordinarias curiosidades de la escena musical española. Puede haber cumplido 20 años, pero sigue ejerciendo de enfant terrible. Tiene una política editorial antipopulista, marcada por un pasmoso elitismo cool que oscila entre el insulto casual y el desprecio por todo lo que no goza de su bendición. Sin embargo, para celebrar su vigésimo cumpleaños ha lanzado un sabroso número especial donde repasa los discos clave del pop español, una jerarquía establecida tras una encuesta con colaboradores, posteriormente acicalada p...

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La revista barcelonesa Rockdelux es una de las más extraordinarias curiosidades de la escena musical española. Puede haber cumplido 20 años, pero sigue ejerciendo de enfant terrible. Tiene una política editorial antipopulista, marcada por un pasmoso elitismo cool que oscila entre el insulto casual y el desprecio por todo lo que no goza de su bendición. Sin embargo, para celebrar su vigésimo cumpleaños ha lanzado un sabroso número especial donde repasa los discos clave del pop español, una jerarquía establecida tras una encuesta con colaboradores, posteriormente acicalada por la dirección de la revista. Los resultados chocan ya que no encajan en los altivos postulados habituales de Rockdelux.

The Rockdelux

Experience Orquesta dirigida por Raúl Fernández. Invitados: Germán Coppini, Josele Santiago, Antonio Luque, Bustamante, Jorge Martínez, Pau Riba, Irantzu Valencia, Raimundo Amador, Anari, Jeannette, J, Jaime Urrutia, Enrique Morente, Kiko Veneno, Loquillo. 23 de noviembre, La Riviera, Madrid.

Al igual que se hiciera con su repaso a los discos internacionales, se ha aprovechado para montar The Rockdelux Experience, orquesta de 12 miembros -procedentes de grupos como Refree, 12twelve y Sanpedro- que respalda a los invitados. El gran problema de eventos tan ambiciosos es la logística: rara vez hay oportunidad de ensayar lo suficiente. En La Riviera, también es discutible el planteamiento del repertorio: aparte de la inevitable heterogeneidad, hay tremendo contraste entre canciones oscuras o de naturaleza intimista y temas que tienen carácter de himno generacional.

Con dos excepciones, cada vocalista solamente interpreta una canción: difícil que se establezca una conexión entre el escenario y el respetable. Un inconveniente que resuelve Julio Bustamante sacando su vena histriónica: el valenciano escenifica su Mundo sereno y se lleva la primera gran ovación de la noche. Por el contrario, algunos artistas parecen tan tensos -por la presión de hacer versiones correctas con músicos ajenos- que no llegan a despegar. Las figuras más o menos flamencas dominan el arte de pellizcar al público.

Raimundo Amador y Kiko Veneno tienen al personal en la palma de la mano desde el momento que pisan las tablas. Morente sale con bien de Pequeño vals vienés, sobre todo teniendo en cuenta que le ha precedido Germán Coppini con la descarga punk de Ayatollah (el exabrupto de Siniestro Total ahora suena como humorística apostilla al "choque de civilizaciones"). Pero la flor de la noche es para Loquillo. Alguien que representa la antítesis de la estética de Rockdelux, que ha tenido agrios enfrentamientos con los responsables de la revista, esculpe Cadillac solitario como si fuera Johnny Halliday en Bercy. Es el recordatorio de que, en un tiempo, hubo un rock español rico en romanticismo y con poder para conmover multitudes.

Loquillo, en una actuación el pasado septiembre.GUILLEM VALLE
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