Crítica:TEATRO

'Kitsch, retro'

Había una vez una chica en una isla griega que no sabía quién era su padre. Le daba igual, pero se casaba al día siguiente y necesitaba al padre que la entregase al pie del altar. No sé si la expresión queda clara: en el sistema católico español, y en otros, el hombre-padre entrega a la novia al hombre-esposo. Investigando, llegó al diario de su madre y encontró una fecha que podía ser en la que fue engendrada: la voraz madre había sido amada por tres hombres en ese día. En consecuencia, invita a los tres a la boda para averiguar algo: es imposible. Como al musical no ha llegado todavía...

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Había una vez una chica en una isla griega que no sabía quién era su padre. Le daba igual, pero se casaba al día siguiente y necesitaba al padre que la entregase al pie del altar. No sé si la expresión queda clara: en el sistema católico español, y en otros, el hombre-padre entrega a la novia al hombre-esposo. Investigando, llegó al diario de su madre y encontró una fecha que podía ser en la que fue engendrada: la voraz madre había sido amada por tres hombres en ese día. En consecuencia, invita a los tres a la boda para averiguar algo: es imposible. Como al musical no ha llegado todavía la química biológica no había manera de saberlo. El espectador, si tiene algún interés en saberlo aunque no es imprescindible, puede advertir que uno de ellos tiene más papel en el texto y, por tanto, puede ser el padre; y al final, se casa con la madre soltera y sin duda lo pasará mal, porque en el libreto es una mujer fastidiada, malhumorada, mandona. Es la cantante Nina. La que no se casa es la chica (Mariona Castillo, de 20 años): decide que la boda es una ridiculez y se va por ahí con su novio: a acostarse por el mundo.

Mamma mia!

De Catherine Johnes. Música, Benny Andersson y Bjorn Ulvalus (grupo Abba). Traductor del libreto, Juan Martínez. Traductor de canciones, Albert Mas Griera. Intérpretes: Mariona Castillo, Mónica Vives, Mamen Márquez, Marta Valverde, Paula Sebastián, Nina, Angels Jiménez,Leandro Rivera, David Ávila, Jaime Zatarain, Nando González, Bruno Squarcia, Alberto Vázquez, Jose Miguel García Linaje, Beatriz Álvarez Ros, Miguel Antelo Sánchez, Nacho Bergareche, Sandra Borrego, Marcel Bosch, Marta Capel, Carles Carrasco, Miguel Cazorla, Sonia Dorado, Noemí Gallego Valverde, Frank García, Jose Miguel García Linaje, etcétera. Iluminación, Howard Harrison. Coreógrafo, Anthony van Laast. Director musical, James May. Directora, Phyllida Lloyd. Teatro Lope de Vega. Madrid.

El levemente desvergonzado libreto está hecho para albergar las canciones del grupo Abba, que fueron famosísimas hace 20 o más años. Chiquitita, por ejemplo. ¿Quién no ha oído ese horror musical? Convertir lo bienpensante en algo burlón de costumbres libres es una manera de reconquistarlo. Con tal éxito que esta producción anda por el mundo y recauda millones y millones -de lo quieran, euros o libras, dólares- y viene aquí a continuar con las pesetas.

Recuerdan al grupo los cuarentones, que con otros peculiares admiradores de lo kitsch (no basta traducirlo como hortera) lo pasan muy bien. El trío de intérpretes femeninas está en esas edades: Mina, Paula Sebastián, Marta Valverde; y el de los padres. De ahí el recuerdo, el sistema de retro. Bueno, lo pasan bomba, saltan y bailan, llevan las palmas, agitan las manos sobre su cabeza, pegan con los pies en el suelo...

Yo, no.

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