Crítica:CLÁSICA

Stravinski, Boulez, clamor

En su segundo concierto con la London Symphony, Pierre Boulez triunfó al juntar una obra propia, la excelente Dérive 2, con otras dos del gigante Stravinski: las Sinfonías en homenaje a Claude Debussy (1920) y La consagración de la primavera (1913). Digamos para empezar, y en servicio del más elemental deber informativo, que el Auditorio Nacional se convirtió, al final de unas actuaciones apasionantemente fuera de serie, en un verdadero clamor.

El siglo XX está en la historia y en la vida como un periodo admirable desde muchos puntos de vista y, entre ellos, el de s...

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En su segundo concierto con la London Symphony, Pierre Boulez triunfó al juntar una obra propia, la excelente Dérive 2, con otras dos del gigante Stravinski: las Sinfonías en homenaje a Claude Debussy (1920) y La consagración de la primavera (1913). Digamos para empezar, y en servicio del más elemental deber informativo, que el Auditorio Nacional se convirtió, al final de unas actuaciones apasionantemente fuera de serie, en un verdadero clamor.

El siglo XX está en la historia y en la vida como un periodo admirable desde muchos puntos de vista y, entre ellos, el de su potencia creadora en el dominio de la cultura y el arte. En música, una centuria que da desde su comienzo hasta más de su mitad las invenciones de Debussy, Ravel, Stravinski, Schönberg, Bartok, Albéniz, Falla, Strauss, Berg, Webern, Lutoslawski, Messiaen y sus discípulos es, sencillamente, admirable. Que todo un cúmulo de innovaciones encontrase difíciles las vías de difusión y aceptación resulta bastante normal, tanto como el éxito y reconocimiento posteriores. Si a todo ello sumamos la multiplicación de orquestas y grupos de cámara, las escuelas capaces de lanzar incesantemente valores de alta categoría, hay que pensar que el nostálgico "cualquier tiempo pasado fue mejor" carece de valor, pues desde el siglo XX se han prestado decisivos impulsos a la música y a la cultura de siglos atrás.

Ciclo Grandes Orquestas (Ibermúsica)

La Sinfónica de Londres en su centenario. Director: Pierre Boulez. Obras de Stravinski y Boulez. Segundo concierto. Auditorio Nacional. Madrid, 30 de octubre.

Pierre Boulez dirige toda la música desde el amor y el conocimiento, sin vanidad

Pierre Boulez dirige toda música desde el amor y el conocimiento, pero no es, ni pretende ser, un divo ni puede serlo quien carece de vanidad para servir con fidelidad a su vocación y a la mismidad de cada partitura. Y la Sinfónica de Londres responde a las más exigentes incitaciones como conjunto y como suma de individualidades.

Pudimos gozar así de una invención alquitarada como es Dérive 2, escrita en 1984 en homenaje a William Glock (Londres, 1908-2000), musicólogo y promotor excepcional que pasó a la historia de la radio más trascendental como controlador y animador de la música desde su puesto rector de la BBC. Glock invitó por vez primera a Boulez como director frente a la orquesta de la célebre institución radiofónica en 1964, con lo que la vanguardia francesa accedía a un lugar influyente, exactamente el que merecía.

Dérive, como otras obras boulezianas, experimenta a lo largo de los años mutaciones importantes dentro del proceso del compositor tan decididamente progresivo en ésta y otras formulaciones de su "obra en marcha".

Y es preciso anotar que su minuciosa ideación acaba haciendo de lo aparentemente intelectual un mundo poético -como dice Tomás Marco en su excelente comentario de programa-, sensible y de rara potencia evocadora.

Otro homenaje, entre tantos como rindió Igor Stravinski, conforma las Sinfonías en memoria de Debussy para instrumentos de viento, una música que enlaza el pasado lejano de la Venecia de los Gabrieli con algo de lo que sería el futuro de la estética stravinskiana en su etapa final, lo que no empece para considerar una inmensa partitura, tal La consagración de la primavera, como uno de esos legados icónicos y determinantes. El gran faro de la música del siglo XX transmutaba toda raíz en expresión tan genial como personalísima. Con razón escribe Roman Vlad que el estudio profundo de Stravinski y su significación hará siempre indispensable volver a La consagración, "irrupción en el mundo de la música de potencia sin precedente".

Pero la música decisiva reclama intérpretes no menos decisivos. Y en este sentido lo escuchado ahora a los soberbios profesores londinenses y al también decisivo maestro que es Boulez ha dado resultados esplendorosos, clarificadores y definitorios. La respuesta del público, como la obra misma, se sitúa más allá de lo explicable en palabras. Nuestra memoria más agradecida recordará siempre el "suceso".

Quizá tan largo aplauso de la audiencia de los dos conciertos dirigidos por Boulez enviaba otro mensaje: la admiración y constante adhesión a una figura capaz de abrir horizontes a compositores e intérpretes desde sus orientaciones en los cursos internacionales o en la ciudad de la música de París. Allí sonaron, desde hace varias décadas, nombres y obras españolas de las nuevas generaciones, desde la de De Pablo, Halffter o Guinjoan hasta los actuales Sotelo, Fernández Guerra o Del Puerto.

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