VISTO / OÍDO

Trillo, Loyola

No quiere dimitir; dice Trillo que con su acta de diputado defenderá su inocencia. Es más fácil que sin ella: habría que apartarle, primero, de su inmunidad, y no parece que el Tribunal Supremo esté por la labor. Por otra parte, no se sabe nunca en este tipo de casos hasta dónde llega la culpabilidad; menos, en los partidos que adoptan la forma de bloque. Y tienen estilo propio, aunque a mí, en este PP, me parece mal estilo. Franco sabía que hacer dimitir a un ministro que hacía un disparate era dudar de su propia capacidad de dirigirlo todo, y los ministros eran como secretarios a la manera d...

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No quiere dimitir; dice Trillo que con su acta de diputado defenderá su inocencia. Es más fácil que sin ella: habría que apartarle, primero, de su inmunidad, y no parece que el Tribunal Supremo esté por la labor. Por otra parte, no se sabe nunca en este tipo de casos hasta dónde llega la culpabilidad; menos, en los partidos que adoptan la forma de bloque. Y tienen estilo propio, aunque a mí, en este PP, me parece mal estilo. Franco sabía que hacer dimitir a un ministro que hacía un disparate era dudar de su propia capacidad de dirigirlo todo, y los ministros eran como secretarios a la manera de Estados Unidos. Antes y después de este terrible caso había cometido Trillo muchos errores, y siempre fue apoyado por Aznar. Antes y después ha contestado con la fiereza de su línea política, o con las malas maneras del partido. Véase a Loyola del Palacio, otra favorita del aznarismo, que desea que Fidel Castro muera pronto: vaya maldición. Parecería como un atentado espiritual. Como esos amantes que clavan alfileres en un muñequito de cera que representa a su rival.

Estos partidos de adoración al jefe y razones ultraterrenas tienen un problema que no pueden cambiar: no se dan cuenta de cuándo han rebasado sus límites y el péndulo está en el otro extremo. No tengo la sensación de que Kerry sea distinto de ellos excepto en que sí se ha dado cuenta de que algo está cambiando, al menos por algún tiempo; y como no hay otro mejor, quizá le voten para librarse del ultraísmo de Bush, que empieza a molestar a sus propios ciudadanos, como pasó con Aznar.

Algo percibió Gallardón, pero quería que el cambio no se hiciese desde fuera de su partido, sino desde dentro: con él al frente, evidentemente. Quizá era demasiado pronto. O, peor, quizá sea una misión imposible. Los partidos con fundamentos ultraterrenos, sobrenaturales, con la vieja creencia de que todo poder viene de Dios, y su seguridad de que ese dios es como ellos y no pueden maniobrar. Cuando se dan un golpe, están seguros de que viene del diablo, o de Polanco, con su alucinación de identificar a los dos. En Europa Barroso y su comisión pueden ser vetados por la cámara, por seguir ese modelo, ese primitivismo del sur -Italia, Portugal, España-: el tiempo está cambiando, aunque sea por poco, y ellos no lo notan.

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