Reportaje:

Fiesta 'clandestina' de novatos

Miles de jóvenes se reúnen en una antigua pista de atletismo a hacer 'botellón' y dejan toneladas de escombros

Carritos de supermercado, una barbacoa campestre y toneladas de escombros es lo que se encuentran desde hace una semana los jardineros que cuidan las zonas verdes de la Universidad Complutense en una pista de atletismo, situada en el entorno de Metropolitano, detrás de los colegios mayores. El motivo: esta instalación -vallada en todo su perímetro- se ha convertido en el lugar favorito de los estudiantes para beber, hacer novatadas, y de esta forma inaugurar el nuevo curso. No les importa tumbar verjas, e incluso hacer uso de alicates para cortarlas.

Álvaro, del primer curso de Químicas...

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Carritos de supermercado, una barbacoa campestre y toneladas de escombros es lo que se encuentran desde hace una semana los jardineros que cuidan las zonas verdes de la Universidad Complutense en una pista de atletismo, situada en el entorno de Metropolitano, detrás de los colegios mayores. El motivo: esta instalación -vallada en todo su perímetro- se ha convertido en el lugar favorito de los estudiantes para beber, hacer novatadas, y de esta forma inaugurar el nuevo curso. No les importa tumbar verjas, e incluso hacer uso de alicates para cortarlas.

Álvaro, del primer curso de Químicas, fue uno de los miles de estudiantes que se acercó la noche del jueves a la zona, conocida como La Almudena, para pasar un rato con sus amigos. "No cabía ni un alfiler. Estábamos así", dice el chico, al tiempo que comprime sus hombros para expresar la estrechez que padeció hasta que se retiró hacia las cuatro de la madrugada.

Desde que la semana pasada se inaugurara el curso universitario han sido miles los jóvenes, sobre todo de colegios mayores -"apenas había gente de Madrid", afirma Álvaro- que se han acercado hasta la antigua pista de atletismo (de unos 4.000 metros cuadrados) para convertirla en una macrodiscoteca al aire libre. Por la mañana, sin embargo, la música, la diversión y las risas ya no se escuchan. Sólo quedan malos olores y mucha basura, que tienen que recoger los trabajadores de Cespa -una empresa contratada por la Complutense, ya que ese espacio no es competencia del Ayuntamiento- con apenas unos rastrillos y camionetas.

"En una semana hemos llenado casi cinco contenedores de hierro de 3.000 kilos con restos del botellón", asegura con una mascarilla en la cara Francisco Sánchez, uno de los cinco operarios de Cespa que luchaba ayer contra el viento para evitar que se volaran los desperdicios ya recogidos. A su alrededor, montañas de botellas de plástico y de vidrio -incluso de primeras marcas-, cartones de vino, cristales rotos, carteras, encendedores, llaves, y bolsos, además de compresas y preservativos.

"No hacemos nada en particular", asegura Álvaro, quien reconoce que va a La Almudena para "charlar, beber, y luego, conocer a gente nueva". El jueves por la noche también hubo disfraces, pijamas y muchas bromas. Los alumnos veteranos ejercieron de maestros de ceremonia y marcaron las directrices de los recién llegados. "Hacen que te disfraces y que te declares a una chica, o que le recites poesías", cuenta Álvaro, quien se apresura a aclarar que "todo, de buen rollo".

Los estudiantes eligen este espacio por la cercanía de sus casas, pero sobre todo por lo barato que les sale pasar una noche de marcha. Álvaro, por ejemplo, acudió con una docena de amigos. Compraron tres botellas de vodka, tres de ron, un cartón de vino y refrescos. "Pusimos cinco euros cada uno y estuvimos toda la noche, mientras que en un bar te cuesta la copa cuatro euros", justifica el joven.

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Fiestas clandestinas como ésta se vienen celebrando en el recinto desde hace "cuatro o cinco años por lo menos", aseguran Maite y Patricia, estudiantes de Periodismo. "A veces ha venido la policía, pero hay tanta gente que no podrían multarnos a todos", explica Patricia. La frecuencia de estos eventos, sin embargo, varía en función a la época del año. "Se hacen sólo al principio -dicen-, en unas semanas cada uno se va por su cuenta y ya nadie viene aquí".

Ésa es la esperanza que albergan los jardineros, que están viendo cómo apenas tienen tiempo para recortar los setos o recoger las hojas muertas porque están "desbordados" y hastiados de "tanta porquería junta". Francisco teme que llegue el fin de semana. "Si esto se ha formado entre diario, no quiero pensar lo que habrá el lunes...", se queja.

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