Reportaje:REPORTAJE

Tres generaciones en clausura

Una treintañera en vaqueros, de mirada pizpireta y modales resueltos, que dicta conferencias ante mil personas con la determinación de un catedrático emérito, y que empieza contando las vicisitudes de una biografía extraordinaria: una familia anticlerical de la burguesía catalana, la beca Erasmus para estudiar en Suiza, una carrera de económicas terminada, tres buenos trabajos -el último, en la Caixa Cataluña- e incluso un novio protestante que le regaló la Biblia. Ahí empezó todo: leyó el texto sagrado de los cristianos como quien no quiere la cosa y se cayó del caballo de la mundanalidad con...

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Una treintañera en vaqueros, de mirada pizpireta y modales resueltos, que dicta conferencias ante mil personas con la determinación de un catedrático emérito, y que empieza contando las vicisitudes de una biografía extraordinaria: una familia anticlerical de la burguesía catalana, la beca Erasmus para estudiar en Suiza, una carrera de económicas terminada, tres buenos trabajos -el último, en la Caixa Cataluña- e incluso un novio protestante que le regaló la Biblia. Ahí empezó todo: leyó el texto sagrado de los cristianos como quien no quiere la cosa y se cayó del caballo de la mundanalidad con el mismo misterio con que Pablo el de Tarso besó el polvo de la fe cuando galopaba a Damasco en busca de seguidores de Jesús a quienes aporrear. Meses más tarde de leer la Biblia, la joven Ágata Jané (Barcelona, 1972) ingresó en el convento de las benedictinas de Sant Benet de Montserrat, donde ya es juniora, es decir, más que una novicia.

¿Tiene sentido, hoy, la mística? Tres monjas de clausura cuentan cómo es un día en la vida conventual y relatan sus experiencias antes de profesar
"No era creyente. Tenía de todo, pero no era feliz. Leí a san Juan y decidí dejar todo y vivir con Dios. Dejé a un chico para hacerme monja", explica Ágata Jané

"No era creyente. Me sentía muy vacía. Tenía de todo, pero no era feliz. Leí a san Juan y decidí dejar todo y vivir con Dios. Dejé a un chico para hacerme monja". Ágata Jané lleva seis años en el convento y su conferencia en el congreso de teólogos fue deslumbradora. Allí estaba una monja de clausura en vaqueros subrayando las virtudes y contradicciones de la famosa regla de san Benito (Nursia, Italia, año 480) bajo cuya disciplina viven las benedictinas, pero que fue escrita por un hombre y para monjes cenobitas.

"Hay veces como que no encajas", confiesa Ágata Jané. Así, el orgullo, "principal pecado de los hombres". La regla de san Benito coloca entre los oprobios el orgullo. Pero que hablen a las mujeres de orgullo. "Las mujeres acabamos por confundir la humildad con la anulación", subrayó Jané. Antes había contado que las reglas del fundador la situaron en su propio lugar, "aceptando que no lo haces todo bien". Y ese saberse a fondo llega de la mano de una vida en clausura y "de pasar todo el día en el monasterio, lo que permite que te conozcas, que no puedas ocultarte tus defectos".

[Monjas de clausura. Cerramiento absoluto, misticismos a ultranza, renuncias heroicas y sumisiones extremas, edificios espartanos como prisiones turcas, aislamiento del mundo e incluso de la familia... Es la imagen tradicional de un convento de clausura -algunos quedan de esas características-, pero no es el caso de los monasterios que habitan las tres benedictinas que el pasado fin de semana acudieron al congreso de teología organizado en Madrid por la Asociación de Teólogos Juan XXIII con el título Espiritualidad para un mundo nuevo].

"¿Tiene sentido hoy la mística?", se pregunta Maria-Lourdes Solé, de 70 años, abadesa durante 20 del convento de Sant Pere de les Puel·les, en la zona alta de Barcelona, barrio de Sarriá-San Gervasi. Su respuesta, ante mil congresistas, fueron 13 folios con hermosas citas de Juan de la Cruz y Joan Maragall, de Fedor Dostojevskij y el cardenal Carlo María Martini. pero también con preguntas sobre si se puede creer después del Calvario, después de Auschwitz, el 11 de septiembre en Nueva York y el 11 de marzo en Madrid. La respuesta de la ex abadesa es su propia vida: "Mi deseo es que Cristo me viva y yo me deje. Así suelo dirigirme a Él: 'Dios mío, ya que vives en mí, víveme. Que yo te deje y, si no, ábrete espacios en mí (aunque sea a codazos)".

No se crea que Solé vive sólo para afanes místicos. Como Teresa de Ávila, pisa el polvo del caminos y, sobre la cita clásica de Melloni: Nulla mystica sino ethica, nulla ethica sine mystica, construye un discurso contra la "perpetua tentación" de apartarse. "Hay una respuesta positiva: la de la solidaridad con los que sufren, como un inmenso espacio de experimentar a Dios, aunque de noche", dice.

Hija de trabajadores, estudió magisterio de los 18 a los 21 años, hasta que decidió meterse a monja, como se decía entonces. Benedictina. De clausura. "¡Cómo ha cambiado la vida!", exclama tantos años después. Y eso que por su congregación pasó en serio el Concilio Vaticano II, y ya pueden viajar, visitar a la familia -"antes, muy de tarde en tarde, con muchísimas restricciones. Yo tardé en volver a casa 11 años cuando me fui al convento", dice la ex abadesa-, y tienen Internet, correo electrónico particular y una página web que para sí quisieran muchas empresas potsmodernistas (para muestra, http://www.benedictinescat.com).

Derechos humanos

Pero el ajetreo de la modernidad no ha cambiado los anhelos de Solé. "Mi vocación es la vida monástica, y para eso necesito la clausura y la intimidad". Ella y sus 42 compañeras hacen trabajos manuales para ganar la vida -restauración de libros, confección de ornamentos, encuadernación...-, pero también tienen lo que Maria-Lourdes Solé llama "una irradiación externa, de hospitalidad y solidaridad". Es decir, sostienen una pequeña hospedería y un centro de acogida para los sin techo, y además meten horas con entusiasmo en favor de la asociación ACAT (Acción de los Cristianos para la Abolición de la Tortura), inundando Embajadas y sedes de Gobiernos con cartas que claman por los derechos humanos de personas concretas. A la madre Solé le brillan los ojos de una manera especial cuando habla de esta faceta combativa de su congregación.

[Un día en la vida de una monja de clausura, relatado por la ex abadesa Solé, exprime el principio benedictino de ora et labora. Madruga a las cinco, a las seis reza Maitines; más tarde, Laudes, la eucaristía y más rezos hasta las nueve -"tres horas de rezos por la mañana, un tomar fuerzas para una larga jornada"-. A las 9.30 llega el trabajo; a las 13.45, la oración Sexta, y después, la comida y un poco de recreación o diálogo. La tarde empieza a las 16.00 con nuevos trabajos y alguna actividad cultural, hasta las 19.15, con nueva tanda de oración privada y, más tarde (19.30) el rezo de Vísperas, la cena a las 20.00, algo de recreo y, en fin, antes de dormir, Completas (21.00), la última oración comunitaria del día].

Montserrat Salvat (Barcelona, 1953), la tercera monja de clausura en el bullicio del congreso de teólogos, nació en una familia trabajadora -su padre, empleado del metro- y religiosa "de toda la vida". Antes de hacerse monja había salido "con chicos", dice, pero no duda de que la decisión de irse al convento "casi vino dada". Hoy es formadora de novicias. En España hay 895 monasterios de monjas -sólo 35 de monjes-, que acogen a 12.500 mujeres contemplativas, de un total de 48.600 religiosas -hombres hay sólo 1.000, sobre 15.400 religiosos-. ¿La edad media? Alta, por encima de los 65 años. Pero, como dice Montserrat Salvat, "es porque, por ejemplo en nuestro convento, hay una hermana con 100 años, porque también hay cinco muy jóvenes".

Ágata Jané, Maria-Lourdes Solé y Montserrat Salvat (de izquierda a derecha), en el congreso de teólogos celebrado recientemente en Madrid.RICARDO GUTIÉRREZ

¿Qué belleza salvará al mundo?

PLANTEÓ THEODOR W. ADORNO si puede hacerse poesía después de Auschwitz, y el tiempo -sucias pisadas sobre la memoria- ha demostrado que sí. Lo reitera de otra manera la ex abadesa Maria-Lourdes

Solé Camañes. "¿Tiene sentido hoy la mística? ¿Se puede creer después de Auschwitz?, ¿tras el 11-S y el 11-M?, ¿los millones de seres humanos que mueren de hambre?, ¿la guerra de Irak?, ¿la enfermedad súbita que amenaza de muerte a la persona que más quiero?...". Una respuesta: "Ante la atrocidad del mal no cabe la resignación o la pasividad, sino que hay que luchar contra todo lo inhumano".

"El ser humano tiene sed de infinito; sabiéndolo o no, hambrea a Dios", cree Solé. Cita un poema del Cántico espiritual, de Joan Maragall: "Si tan bello es el mundo, Señor, cuando se contempla / con tu paz en la mirada / ¿qué más nos puedes dar en otra vida". También pregunta -más allá de si se puede creer "después del Calvario"- por el mañana incierto. "¿Qué belleza salvará al mundo?", reclaman apoyándose en un personaje de Dostoievski.

La respuesta la busca la ex abadesa en el cardenal Carlo Maria Martini: "Cristo es la belleza que salvará

el mundo". Pero siente, como san Juan de la Cruz, "el silencio de Dios" (la noche oscura), cuando

"se apagan las luces y se tambalean los fundamentos de la misma fe". "¿Me tendrás por culpable más allá?" (otra vez Joan Maragal).

No hay una respuesta concreta en Maria-Lourdes Solé sobre qué sea hoy la mística. Pero sí un ejemplo: "En nuestra comunidad tenemos una anciana de 90 años con alzheimer; es madre Clara, nuestra anciana abadesa. Conoce solamente nuestras caras, y se expresa a base de fonemas, sin articular. Su estado es de total pobreza: en el dar, el tener, la eficacia. Todo lo recibe: el cuidado, la atención, el cariño de las hermanas. Cuando está tranquila

y sonríe se le ilumina el rostro y los ojos de tal forma que parece transparentar el cielo entero, es decir, la bondad, la ternura del Padre del cielo. Madre Clara es lugar de encuentro con Dios".

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