Reivindicación de Urdiales

La tarde discurría a través de un carrusel de toros inválidos y descastados. Algunos carecían de la más mínima fuerza para sostenerse en pie y los toreros ensayaban posturas ante la mirada indolente de estos sucedáneos de bravos con denominación de bueyes crepusculares. Se devolvió el segundo del lote de Diego Urdiales y salió un sobrero de Fraile Mazas, que de forma inopinada empezó a embestir y sirvió para que este torero, desterrado de las grandes ferias y que hacía el paseíllo por tercera vez en la temporada, cuajara una faena redonda por los cuatro costados. Se estaba viviendo una íntima ...

La tarde discurría a través de un carrusel de toros inválidos y descastados. Algunos carecían de la más mínima fuerza para sostenerse en pie y los toreros ensayaban posturas ante la mirada indolente de estos sucedáneos de bravos con denominación de bueyes crepusculares. Se devolvió el segundo del lote de Diego Urdiales y salió un sobrero de Fraile Mazas, que de forma inopinada empezó a embestir y sirvió para que este torero, desterrado de las grandes ferias y que hacía el paseíllo por tercera vez en la temporada, cuajara una faena redonda por los cuatro costados. Se estaba viviendo una íntima reivindicación ante un sistema que lo ha postergado. Urdiales dejó sobre el albero de La Ribera dos virtudes, la de la medida y la de la distancia. Al final, cuando se rebosaba por bajo, fue cogido de mala manera. No fue capaz de redondear la obra, falló reiteradamente con la espada y se le fue, a buen seguro, la puerta grande. La corrida la abrió el rejoneador Sergio Domínguez, que cumplió. Lo demás fue para el olvido.