Reportaje:FÚTBOL | Cuarta jornada de Liga

El Bernabéu castiga a Roberto Carlos

El público, tras la crisis, se ensaña con el lateral brasileño, que declara: "Ya nunca volveré a hablar"

El veredicto del Bernabéu fue unánime contra Roberto Carlos, mayoritario contra Beckham, y minoritario contra el resto, incluyendo el apacible palco de autoridades donde Florentino Pérez y Fernando Fernández Tapias charlaron tranquilamente antes del pitido inicial. Un día después de la estrepitosa renuncia de Camacho a su cargo, la gente acudió al fútbol más empujada por las ganas de contemplar figuras dolientes que para ver un buen partido.

Ayer, en las gradas el juego no fue lo único que contó. Contó ese madridismo luctuoso lamentando la pérdida de su heroico José Antonio, desaparecid...

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El veredicto del Bernabéu fue unánime contra Roberto Carlos, mayoritario contra Beckham, y minoritario contra el resto, incluyendo el apacible palco de autoridades donde Florentino Pérez y Fernando Fernández Tapias charlaron tranquilamente antes del pitido inicial. Un día después de la estrepitosa renuncia de Camacho a su cargo, la gente acudió al fútbol más empujada por las ganas de contemplar figuras dolientes que para ver un buen partido.

Ayer, en las gradas el juego no fue lo único que contó. Contó ese madridismo luctuoso lamentando la pérdida de su heroico José Antonio, desaparecido en el frente de su propia y desigual guerra contra las estrellas del negocio. Y a esas estrellas condenó la hinchada a sufrir la pena de abucheos y pitos. Apenas salieron a calentar y durante media hora solamente. Después, nada. El fútbol tiene memoria selectiva.

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En parte, los jugadores tuvieron razón. El efecto inexorable de la dimisión de Camacho fue situarlos a ellos como culpables. ¿De qué? Muchos jugadores se lo preguntaron antes de salir al campo. Concluyeron que su ex entrenador no sólo los abandonó. Los abandonó sin haberles dado nunca una solución verdadera a los problemas del juego. Los abandonó sin haber demostrado por qué se le suponía el coraje que se le suponía. Sin que hubiera motivos de peso a la vista: con una sola derrota en Liga y una sola derrota en Liga de Campeones. ¿Dónde estaba la tragedia? En algún lugar debía estar, porque el Bernabéu, por unos minutos, se encarnizó. Al menos con algunos. A Roberto Carlos le llegaron a gritar "¡traidor!". El lateral brasileño, al término del partido, sólo dijo una frase elocuente: "ya nunca volveré a hablar".

Florentino Pérez repitió durante toda la tarde y la noche del lunes, en entrevistas radiofónicas, que para el Madrid no era fácil encontrar entrenador porque el club había inventado patrones nuevos para todo. Hasta para el banquillo. "Es muy difícil", dijo el presidente; "porque hemos creado un modelo nuevo de entrenador, uno que tiene que conocer a los jugadores mediáticamente".

A falta de una aclaración que explique cómo los entrenadores deben conocer "mediáticamente" a los jugadores, cabe sospechar que el público no está por la labor de mirar el calado publicitario antes de pitar. Si ayer no tuvo compasión con algunos fue con los más mediáticos.

Durante todo el primer tiempo la grada no dejó en paz a Roberto Carlos. Le calentaron los tímpanos cuando sacó de banda, cuando tocó la pelota, cuando se la llevó por la banda... El brasileño fue, por una noche, tan impopular en Madrid como lo es en Brasil. La gente no le perdonó que fuese el primero en revolverse públicamente contra Camacho cuando precisamente Camacho había luchado por su renovación desde el primer día. Al otro que tampoco disculparon fue a Beckham, el más mediático de los futbolistas. Si la gente no se metió más con el inglés no fue por falta de ganas sino porque el hombre procuró alejarse de la pelota hasta que pasara el vendaval. Vio que la tocaba y le llovían insultos. Así es que, hasta el segundo tiempo, apenas la tocó.

Ignorantes por completo de lo que significa el valor mediático de los futbolistas, el grupo Ultras Sur cantó: "¡Otro Juanito, queremos otro Juanito!". Fue lo más duro que salió de la boca de esta banda de fanáticos, núcleo duro de la hinchada que ayer se mostró incansable en su aliento. El gol de Beckham, un tanto mediático donde los haya, ayudó a templar espíritus y unificar alientos.

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