Crítica:XIII Bienal de Flamenco

Una belleza absoluta

Fue casi todo muy hermoso. Eva Yerbabuena bailó mucho y bien, doliéndose, quebrándose. Los estilos flamencos fueron cayendo enhebrados en sí mismos, como si de una secuela dramática se tratara. Que lo fue, porque todo se desarrolló dentro de una trascendencia que no dejaba lugar a dudas. Todo, incluso las alegrías finales, pese a ser una danza en principio teñida de optimismo.

El espectáculo funciona bien, pese a ser en ocasiones excesivamente complejo. Porque complejas son algunas de las secuencias que vimos en su desarrollo. Hay a veces un entramado de baile y cante que no nos deja un...

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Fue casi todo muy hermoso. Eva Yerbabuena bailó mucho y bien, doliéndose, quebrándose. Los estilos flamencos fueron cayendo enhebrados en sí mismos, como si de una secuela dramática se tratara. Que lo fue, porque todo se desarrolló dentro de una trascendencia que no dejaba lugar a dudas. Todo, incluso las alegrías finales, pese a ser una danza en principio teñida de optimismo.

El espectáculo funciona bien, pese a ser en ocasiones excesivamente complejo. Porque complejas son algunas de las secuencias que vimos en su desarrollo. Hay a veces un entramado de baile y cante que no nos deja un respiro, como si nos fuera en ello el testimonio de que todo lo que vemos es producto de ley obligada. Tan es así que pareciera que no podría ocurrir de otra manera.

A cuatro voces

Baile: Eva Yerbabuena, Mercedes de Córdoba, María Moreno, Sonia Poveda, Asunción Pérez Choni, Estefanía Cuevas, Luis Miguel González, Juan Manuel Zurano, Eduardo Guerrero, Amador Rojas, Alejandro Rodríguez, Eduardo Lozano. Cante: Enrique Soto, Segundo Falcón, Pepe de Pura, Miguel Poveda. Toque: Paco Jarana, Manuel de la Luz. Percusión: Antonio Coronel, Efraín Toro. Saxo-flauta: Ignacio Vidaechea. Teatro Maestranza, Sevilla, 18 de septiembre.

Eva Yerbabuena le baila mucho al cante. Ella misma y a través de sus bailaores. Y es una gozada ciertamente, porque hay mucho cante en esta obra de baile. Cante notable, cante que viene a decirnos lo importante que son en una obra así las letras y sus contenidos, pues no debemos olvidar que el núcleo de la obra gira en torno a los versos de cuatro poetas tan emblemáticos como Aleixandre, Hernández, Otero y García Lorca. Cuatro cantaores marcan aquí la pauta con decisión, cantando con una entrega y una verdad realmente sobresalientes, casi estoy por decir que excepcionales.

La música, que se debe a la vena creativa de Paco Jarana, no se queda atrás en este estado general. Es asimismo compleja y de difícil ejecución en algunos tránsitos, pero Jarana y sus segundos le dan el punto justo. Ni una vacilación, ni la más mínima duda ensombrecen una interpretación que puede considerarse modélica.

Volvemos al principio, al baile. Eva Yerbabuena baila con un elevado concepto de la precisión y la elegancia. Lo baila todo prácticamente, y lo hace con personalidad, saliéndose de los moldes trillados. Es bailaora que sabe lo que quiere, y lo que quiere es un baile exquisito, que huye de los moldes ya hechos, de los caminos que se hicieron con anterioridad. Hay mucho nuevo en este danzar de Eva Yerbabuena, mucho ir descubriendo el giro nuevo, la inédita concepción del baile; hay mucho que ir descubriendo en un constante ejercicio de autoexigencia. Y con ella, sus bailaoras y bailaores, en un ejercicio de concentración espléndida.

Que a todo esto se le quieran poner algunos reparos, no parece en exceso remarcable. Que si el modelito tal o cual, que si poner a barrer a los bailaores al final, que si... Nada parece significativo ante la realidad de una obra que, de hecho, habla bien a las claras de una bailaora que sabe lo que quiere y -lo que es más significativo- cómo realizarlo.

Ensayo de A cuatro voces, espectáculo de Eva Yerbabuena.PABLO JULIÁ
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