Reportaje:Atenas 2004 | CONTRARIEDADES DEL PAÍS ANFITRIÓN

La Acrópolis se queda sola

Pese al reclamo olímpico, la capital griega sufre el cuarto año sucesivo de descenso de turistas

Definitivamente, esta Atenas olímpica es una ciudad sorprendente y desconocida. Tranquila, sin caos, casi vacía. Han pasado ya cuatro días desde que la capital griega entusiasmó al mundo con la brillante ceremonia de inauguración de los Juegos y sus calles siguen siendo un remanso de paz. Ni rastro de las largas caravanas de turistas que durante el resto del año peregrinan diariamente hasta la Acrópolis. Han desaparecido los bulliciosos grupos de visitantes que, habitualmente, llenan las tabernas y dan color al barrio más pintoresco y conocido, Plaka. Tampoco se ven masas de aficionados hacien...

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Definitivamente, esta Atenas olímpica es una ciudad sorprendente y desconocida. Tranquila, sin caos, casi vacía. Han pasado ya cuatro días desde que la capital griega entusiasmó al mundo con la brillante ceremonia de inauguración de los Juegos y sus calles siguen siendo un remanso de paz. Ni rastro de las largas caravanas de turistas que durante el resto del año peregrinan diariamente hasta la Acrópolis. Han desaparecido los bulliciosos grupos de visitantes que, habitualmente, llenan las tabernas y dan color al barrio más pintoresco y conocido, Plaka. Tampoco se ven masas de aficionados haciendo gala de sus banderas y su espíritu olímpico. Pese al gran reclamo de los Juegos, Atenas se ha quedado semidesierta.

De los aproximadamente 100.000 visitantes que se esperaban al día, sólo están llegando 10.000
Hay 4.500 plazas de hotel vacías aun cuando en la periferia los precios se han bajado hasta un 40%

A las nueve de la mañana, caminar por el fantástico Dionisio Aeropagitou, el paseo peatonal que bordea la Acrópolis, es casi un ejercicio espiritual. Normalmente lleno de autocares de turistas que se dirigen en masa hacia el Partenón, los grupos se han reducido ahora a la mínima expresión. Destinados especialmente para el periodo de los Juegos, los voluntarios del Ayuntamiento de Atenas que ofrecen información al extranjero tienen un trabajo muy relajado. Enséñales la Atenas que amas, dice el lema de la campaña, pero, en sus recién estrenados quioscos, lo cierto es que apenas tienen gente a la que mostrársela.

En el Parque Nacional, el pulmón verde del centro de Atenas, las mañanas también son un remanso de paz. Algún corredor osado que desafía al calor, algún abuelo obligado a hacer de niñero, la anciana que todo el año cuida de los gatos abandonados y unos cuantos jóvenes que dormitan sobre el césped. Sólo para ellos los responsables del mantenimiento de los jardines se han esmerado en lavarles la cara. Más limpieza, nuevas plantas, fuera las hojas secas.

Pero el verdadero termómetro lo ofrece Plaka: los camareros de las tabernas van a ritmo más que relajado y los dependientes de las numerosas tiendas de recuerdos turísticos se cruzan de brazos. Como marca la costumbre por aquí, sacan su silla a la calle, se proveen del imprescindible café frappé y se sientan a esperar. "La cosa está mal", dice Dimitris, un tendero asentado desde hace años en la calle Adrianu. "Esperábamos hacer nuestro agosto con los Juegos, pero... nada. Hay pocos turistas y, para colmo, son de los que compran poco", se lamenta.

Las cifras le dan la razón. Ni siquiera en su año por excelencia ha conseguido Grecia frenar la caída imparable del turismo. Éste, olímpico, es el cuarto consecutivo en el que los visitantes descienden. En los primeros meses, la caída fue alarmante: un 35% respecto a 2003. El panorama ha mejorado ligeramente en las últimas semanas -ha descendido hasta el 15% menos- y los expertos estiman que el año olímpico se cerrará con una caída en torno al 10%. Una cifra inquietante teniendo en cuenta que los Juegos acostumbran a ser el mejor reclamo turístico y el escaparate ideal con vistas al futuro. "Esperamos que los Juegos consigan mantener el interés por Atenas", decía hace tan sólo unos días la alcaldesa de la ciudad, Dora Bakogiannis. Sin embargo, el interés es más mediático que de los posibles visitantes.

Atenas es cara para el turista medio -un café cuesta tres euros- y sus servicios no se encuentran entre los mejores. A estas alturas, 4.500 habitaciones de hotel aún están vacías y de los aproximadamente 100.000 turistas que se esperaban por día están llegando sólo unos 10.000. Un auténtico drama ante el que los hoteleros han reaccionado bajando las tarifas hasta un 40%. En los alrededores de Atenas, las habitaciones que en agosto del año pasado oscilaban entre los 200 y los 300 euros se encuentran estos días entre los 80 y los 100. El centro, en cambio, sigue ofreciendo precios de locura.

A eso hay que añadir otros dos factores disuasorios: el temor al excesivo calor y, sobre todo, al terrorismo, pese a las fuertes medidas de seguridad tomadas por Grecia.

Pero ni el Comité Organizador de Atenas 2004 ni los diferentes Gobiernos -antes el del socialista Simitis y ahora el de Karamanlís- han sabido aprovechar el evento para publicitar la ciudad y el país. Pocas campañas y las pocas demasiado tarde. "¿Qué vamos a publicitar: los retrasos de las obras?", argumentaba hace tan sólo dos meses Spyros Kapralos, secretario de Estado para los Juegos. Sólo la alcaldesa ateniense se lanzó en julio a un viaje de promoción por Estados Unidos y Europa.

Sus conciudadanos tampoco la han ayudado demasiado. Fieles a la tradición, una buena parte ha huido hacia las estupendas islas al reencuentro del mar. "También en Grecia estamos cambiando, volviéndonos más europeos y dejando la ciudad vacía en agosto", decía Bakogiannis la semana pasada no sin cierta ironía. Pero, para sus habitantes, Atenas, en agosto, es como un pequeño infierno: asfalto y calor, aunque este año las temperaturas no sean tan extremas como se temía y existan unos Juegos.

Un espectador asiste en solitario en una zona de la grada al partido de hockey sobre hierba entre Alemania y Australia.ASSOCIATED PRESS

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