Reportaje:Atenas 2004 | TIRO: ESPAÑA ENTRA EN EL MEDALLERO

"Me siento como Letizia, aunque sea por un día"

María, que antes de disparar metía la mano en el bolsillo donde guarda la foto de su hija Arantxa, de tres años, dice que le ha tocado la lotería

A Arantxa, de tres años, le debió sorprender mucho ver a su madre en la televisión, firme y sonriente, subida a un cajón junto a una rubia oronda y una chinita, con una corona de olivo en la cabeza y un medallón colgado al pecho. Cuando su padre, Sergio, se la pasó al teléfono lo primero que le dijo fue: "¡Amachu!, ¡te he visto en la tele!". Su amachu, su madre, María Quintanal, había logrado la primera medalla de España en los Juegos de Atenas en una mañana clara, las nubes como corderitos volando bajo y el viento barriendo la contaminación de la capital griega.

"Con este...

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A Arantxa, de tres años, le debió sorprender mucho ver a su madre en la televisión, firme y sonriente, subida a un cajón junto a una rubia oronda y una chinita, con una corona de olivo en la cabeza y un medallón colgado al pecho. Cuando su padre, Sergio, se la pasó al teléfono lo primero que le dijo fue: "¡Amachu!, ¡te he visto en la tele!". Su amachu, su madre, María Quintanal, había logrado la primera medalla de España en los Juegos de Atenas en una mañana clara, las nubes como corderitos volando bajo y el viento barriendo la contaminación de la capital griega.

"Con este viento la prueba ha sido una lotería", dijo la tiradora, modesta ella; "esperemos que en la final del miércoles [modalidad de doble trap] me vuelva a tocar el número. Hoy la verdad es que me ha sorprendido la australiana. No esperaba que estuviera tan fina".

María, que dice ser "del mismo Bilbao", es mujer de pocas palabras, que no poco expresiva. Como en el tiro, si habla, es para dar. Lo mismo es con sus gestos. Terminó la competición y se abalanzó sobre su entrenador, José Luis Pérez Sanz, escopeta en mano. Se colgó de su cuello y se abrazaron envueltos en una nube de disparos recientes y olor a pólvora impregnando la pradera y las gradas del centro de tiro olímpico de Markopulos. "Me siento como Letizia, aunque sea por un día", exclamó orgullosa.

El segundo puesto de la española fue recibido con expresiones de gran emoción por parte del público griego. Enseguida se arremolinó la gente dichosa entre lágrimas, ramas de olivo, humo y estallidos de disparos. El director técnico de la federación, Domingo Plaza, la tiradora de precisión Pilar Fernández, que posó con la escopeta de María para una foto de recuerdo, el técnico polaco Cesary Staniszewski, que soltaba imprecaciones de tan feliz que estaba señalando "los cojones" de la medallista, el fabricante de las tres escopetas del podio, Mauro Perazzi, maestro en la medición de culatas... y José Luis Pérez Sanz. El entrenador de María es el primer hombre al que dirigió su agradecimiento la española. Un hombre con el que compitió en Atlanta, cuando Pérez Sanz formó parte del equipo de tiradores. Cicatriz en el pómulo derecho, cabeza curtida, nariz de boxeador, Pérez Sanz es uno de esos tipos duros que se enternecen bajo la corteza. Desde que está en Atenas, hace una semana, dice que casi no ha conciliado el sueño. "Nuestro lema es no pensar", decía el técnico; "no pensar en el marcador, no pensar en el público, no pensar en las otras competidoras ni en las marcas... Es lo mismo que decía el maestro de espada en la película El Último Samurai: 'no pienses".

María sólo tenía que concentrarse en su respiración, en los platos. Y dejarse llevar por el arma, prolongación de su mano y su cara a través de la culata de nogal. "Debe inspirar", explica Pérez Sanz; "coger el aire para pedir el plato y acumular energía. Y así tranquilizarse. Porque hoy estaba más nerviosa que nunca. Lo que pasa es que ya tiene mucha experiencia para torear estos toros".

Ayer, el toro más difícil fue el viento. "El hecho de que hubiera viento no ponía las cosas muy fáciles para nosotros", dijo Pérez Sanz; "porque a María no le favorece. Ella es una tiradora media, ni lenta ni rápida, y hoy el día estaba para tiradoras rápidas. Cuanto más vuela el plato y más tiempo se toma en apuntar menos opciones se tienen de acertar porque los perdigones se abren y el viento distorsiona las trayectorias normales.

El volumen de entrenamiento obró una mejoría notable en María Quintanal. Desde que se casó con el canario Sergio Piñero, ex tirador deportivo, y se trasladó hace unos años a Las Palmas, sus entrenamientos se multiplicaron, entre otras cosas porque allí son propietarios de un campo propio. "Además", explicó María, "en el norte, el clima no ayuda. Y no es lo mismo entrenar nueve meses al año que hacerlo doce".

María habló de su triunfo con la medalla al cuello. En el trofeo, la diosa alada de la victoria, Niké, aparece grabada en plata. "Los 24 puntos de la primera ronda me han dado mucha tranquilidad para las siguientes. He tratado de no mirar el marcador para no alterarme. Lo único que sabía es que la coreana estaba ahí. Pero hasta el último punto no he sabido nada, si era plata, oro, bronce o nada".

María se limitaba a tirar, descargar, tirar los cartuchos huecos al cesto, volverse, y coger cartuchos nuevos de la mesa puesta ad hoc mientras las otras cinco competidoras esperaban su turno o disparaban, en línea. Se metía los cartuchos en el bolsillo del chaleco y conservaba su mano izquierda ahí, tocando algo, mientras con la derecha aferraba la escopeta de dos caños, abierta. Buscaba su nuevo sitio y entonces sacaba la mano del bolsillo y apuntaba. "En el bolsillo", reveló; "llevaba una foto de mi hija Arantxa".

María Quintanal se abraza a su entrenador, José Luis Pérez Sanz.EFE

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