Crónica:Atenas 2004 | Esgrima

Los tobillos frenan a Medina

Fernando Medina cayó en el primer combate. La participación del único espadachín español se limitó a un minuto agónico contra el alemán nacionalizado tailandés Wiradech Kothny. Aunque Medina comenzó tocando el primero, Kothny reaccionó con virulencia y se puso tres toques contra uno. Medina le siguió de cerca. Pero si el duelo pudo tener un punto de inflexión fue en el penúltimo asalto. A falta de dos toques, Medina empató a 13. Todo debía resolverse en diez segundos. Fue uno de esos momentos que hacen de la esgrima un deporte especial. En ninguna otra disciplina se activan tantos miedos atávi...

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Fernando Medina cayó en el primer combate. La participación del único espadachín español se limitó a un minuto agónico contra el alemán nacionalizado tailandés Wiradech Kothny. Aunque Medina comenzó tocando el primero, Kothny reaccionó con virulencia y se puso tres toques contra uno. Medina le siguió de cerca. Pero si el duelo pudo tener un punto de inflexión fue en el penúltimo asalto. A falta de dos toques, Medina empató a 13. Todo debía resolverse en diez segundos. Fue uno de esos momentos que hacen de la esgrima un deporte especial. En ninguna otra disciplina se activan tantos miedos atávicos sin causa aparente. Los sables son ligeros como el aluminio, inocuos, con la punta mocha. Pero los duelistas se consumen en su sudor. Se agobian. Gritan, aúllan. En ese clima se celebró el penúltimo asalto. El tirador que ganase habría comido la moral a su adversario. Y ganó Kothny.

Medina entró al recinto del complejo de Helliniko embutido en el traje plateado y con la expresión introvertida de quien lucha contra la acumulación de problemas. Su rival, Kothny, parecía mucho más alto, tranquilo y relajado, mitad monje budista, mitad caballero prusiano. La historia en la Copa del Mundo los emparejaba, pero Kothny contaba con una medalla de bronce en Sidney. El historial le respaldaba.

Desde el arranque, el sablista mestizo se movió como un gato obligando a Medina a hacer malabarismos para parar las arremetidas sin salirse de la pista, un rectángulo de 18 por 1,80 metros. "Esta temporada me han operado tres veces los tobillos y...", se excusó Medina, al salir del vestuario; "la esgrima de Kothny es muy física. Se notaba que a mí me faltaba ritmo de competición y él aprovechó sus cualidades físicas".

En el penúltimo asalto el combate estaba empatado. El que se adelantase quedaría a un toque de la victoria. A Kothny sólo le faltó silbar antes de ponerse en guardia, tan seguro como se mostraba: atacó dando un paso con la pierna derecha, lanzándose al abordaje de su rival. Se tiró a fondo y falló. Medina, que se dejó llevar por su impulso ofensivo sin estar físicamente a punto, lo recordaba al salir de la ducha: "Él me ataca sin obtener resultado y deja el cuerpo adelante. Entonces, yo aprovecho para responder y echo el tronco hacia él. Pero mi sable no lo toca. Y estoy vendido", en tierra de nadie, a merced del acero de Kothny.

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