Reportaje:Atenas 2004

Más calor, peores marcas

Las temperaturas y la humedad afectarán sobre todo a las pruebas de fondo

El comisario Costas Jaritos, ateniense de pro, ha claudicado y ha instalado aire acondicionado en su casa, pero sigue renegando del calor ateniense y de los atascos mientras conduce con la ventanilla bajada su Supermirafiori de hace 30 años, contaminante sin catalizador. Ello no obsta para que, héroe literario al fin y al cabo, Jaritos siga resolviendo brillante, cerebral y sudorosamente, sus casos.

Quizás sea porque como ha comprobado en un laboratorio de la fría Dinamarca el científico español José González Alonso al cerebro apenas le afecta la reducción del flujo sanguíneo que...

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El comisario Costas Jaritos, ateniense de pro, ha claudicado y ha instalado aire acondicionado en su casa, pero sigue renegando del calor ateniense y de los atascos mientras conduce con la ventanilla bajada su Supermirafiori de hace 30 años, contaminante sin catalizador. Ello no obsta para que, héroe literario al fin y al cabo, Jaritos siga resolviendo brillante, cerebral y sudorosamente, sus casos.

Quizás sea porque como ha comprobado en un laboratorio de la fría Dinamarca el científico español José González Alonso al cerebro apenas le afecta la reducción del flujo sanguíneo que se produce cuando el calor aprieta. "Mientras los músculos de las piernas en ejercicio captan prácticamente todo el oxígeno que transporta la sangre, en circunstancias normales el cerebro sólo capta el 30-35%, así que cuenta con un margen de seguridad y cuando suben las temperaturas y le llega menos sangre, para compensar aumenta la captación de oxígeno hasta el 50%", explica González Alonso, que trabaja en el Centro de Investigación del Músculo de Copenhague y ha publicado sus hallazgos en la prestigiosa revista Circulation. "El cerebro se defiende muy bien de los efectos del calor, no así los músculos de las piernas, que tienen que reducir su actividad".

En una sala del hospital Rigs de Copenhague, González Alonso coloca un catéter en la vena femoral de un deportista voluntario y le infunde solución salina enfriada a 2 grados a razón de 120 mililitros por minuto. Mientras el voluntario empieza a correr sobre un tapiz continuo, González Alonso mide constantemente la temperatura de la sangre que fluye por la pierna y, partiendo del principio de que el descenso de temperatura es proporcional al volumen del flujo sanguíneo, confirma varias sospechas, principalmente dos.

La primera: según aumenta la intensidad del ejercicio, disminuye menos la temperatura de la sangre; la segunda: también disminuye la cantidad de sangre que circula. Es decir, el gasto cardiaco cae más rápidamente bajo estrés térmico. Conclusión: si hace calor, 30 grados, por ejemplo, corres un maratón y no bebes, te deshidratas, corres menos e, incluso, puedes sufrir un golpe de calor que te puede costar la vida. En Atenas hace calor, mucho calor, temperaturas medias de más de 30º durante el día. Y en Atenas también se dispara la humedad, aumentando los efectos deletéreos del calor en el rendimiento. "Y esto es así no sólo en los maratones o en las carreras ciclistas", dice González Alonso. "En la prueba de 1.500, que requiere un esfuerzo de muy alta intensidad, también hemos comprobado que es difícil mantener el equilibrio entre producción y eliminación del calor, que cae el flujo y que por lo tanto disminuye el rendimiento".

Todo ello influirá en las marcas conseguidas con los atletas en los Juegos, que en las pruebas de fondo estarán lejos de los récords del mundo. "El maratón, por lo menos, no se ganará con una marca inferior a 2.11-2.13, unos ocho minutos por encima del récord del mundo, unos seis minutos por encima de las marcas habituales", dice González Alonso, que también fue atleta de fondo. "Sobre las otras pruebas no me atrevo a pronunciarme, pero será fundamental que los atletas no salgan a competir con una temperatura corporal muy elevada, que se acompaña siempre de un corazón acelerado y de una acusada percepción de fatiga". Sin embargo, antes de competir, los deportistas tienen que calentar, un proceso fundamental para aumentar la actividad enzimática, subir el consumo de oxígeno y optimizar las vías metabólicas. Y cuando un atleta calienta bajo el calor su temperatura corporal puede subir a 40 grados. "Un remedio es calentar con un chaleco helado, que deja la piel fría y permite que la temperatura corporal se estabilice antes de competir en torno a los 37,8 grados, una temperatura ideal", dice González Alonso. "Además, tendrán ventaja los deportistas que lleguen aclimatados sobre los que se hayan entrenado en zonas frías o templadas, a quienes les seguirá subiendo la temperatura corporal durante varios días, mientras que los aclimatados ya habrán ganado en volumen plasmático y en eficiencia de sus glándulas sudoríparas. Y esto es importante. Hemos comprobado que el corazón de un deportista no aclimatado alcanza 25 latidos por minuto más que uno aclimatado con la misma carga de trabajo".

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