Reportaje:

Edimburgo se viste de gala con sus cinco grandes festivales

Una exposición en torno a Tiziano y sus contemporáneos abre la temporada cultural en la renovada Galería Nacional, con más de 250 obras de arte y decorativas.

La inauguración, hoy, de la exposición La era de Tiziano marca el comienzo de los festivales que cada verano convierten Edimburgo en una de las grandes capitales europeas de la cultura. La ciudad se viste de gala y las primeras avalanchas de turistas, que harán duplicar la población autóctona en las próximas cuatro semanas, comienzan a disfrutar de los espectáculos callejeros y los variados montajes en teatros tradicionales e inverosímiles locales.

El príncipe Felipe, duque de Edimburgo, dará el toque regio a la temporada festiva de la capital escocesa al inaugurar hoy la exposic...

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La inauguración, hoy, de la exposición La era de Tiziano marca el comienzo de los festivales que cada verano convierten Edimburgo en una de las grandes capitales europeas de la cultura. La ciudad se viste de gala y las primeras avalanchas de turistas, que harán duplicar la población autóctona en las próximas cuatro semanas, comienzan a disfrutar de los espectáculos callejeros y los variados montajes en teatros tradicionales e inverosímiles locales.

El príncipe Felipe, duque de Edimburgo, dará el toque regio a la temporada festiva de la capital escocesa al inaugurar hoy la exposición de la Galería Nacional de Escocia, La era de Tiziano: arte renacentista del Veneto. Con más de 250 obras de arte y decorativas, incluidos 81 cuadros de Tiziano y sus contemporáneos, reunidos en las salas de la Real Academia de Escocia, la muestra celebra la conclusión de un ambicioso proyecto de renovación arquitectónica. Y, probablemente, el primero del mundo en ver la luz seis meses antes de la fecha prevista. "Es nuestro Guggenheim", señalaba ayer, eufórico, Timothy Clifford, director de las Galerías Nacionales de Escocia.

No hay una réplica del museo bilbaíno en Edimburgo, pero la ciudad ha renovado su herencia arquitectónica del XIX enlazando las dos pinacotecas que se elevan majestuosamente a los pies de su famoso castillo. Se ha ganado terreno a los jardines para crear un centro cultural a la altura de sus homólogos internacionales. Ayer, los obreros colocaban los últimos adoquines en este proyecto del arquitecto John Miller, presupuestado en unos 42 millones de euros, que aspira a convertirse en un foco tan poderoso como sus famosos festivales.

Edimburgo se convierte en agosto en enjambre de artistas. Acuden de todas las partes del mundo para participar en el quinteto de festivales: Fringe, el más concurrido y alternativo; Internacional u oficial; Literario; Cinematográfico, y el popular Tatoo, curiosa concentración de bandas militares. Esta explosión combinada de teatro, comedia, danza, ópera, lecturas, filmes y documentales, música clásica y pop y demás espectáculos aporta a la ciudad beneficios por más de 280 millones de euros.

El próximo domingo se inaugura el Fringe -el resto, a lo largo de las semanas siguientes-, pero el ambiente ya está caliente. Ni la lluvia que comenzó a caer por la tarde consiguió malograr el espíritu festivo. Algunas compañías hacen el rodaje final de sus montajes en sesiones abiertas al público. Entre ellos, la adaptación teatral de When the Bulbul Stopped Singing, el diario de la activista palestina Raja Shehadeh sobre la entrada del Ejército israelí en Ramala en 2002, se representó ayer en el teatro Traverse, donde también se pudo seguir el montaje Shimer, última obra de Linda McLean, dramaturga veterana de la cita alternativa.

Es imposible resumir la oferta del Fringe. Las cifras hablan por sí mismas: 25.326 actuaciones de 1.695 montajes; más de 15.000 artistas de un total de 735 compañías británicas y extranjeras; 236 locales, desde salas convencionales a iglesias y catacumbas. Algunos espectáculos comienzan a ganar fama. Son, por tradición, aquellos con potencial para provocar escándalos en una ciudad de estricta herencia presbiteriana.

En cabeza, XXX, de la Fura dels Baus, inspirado en el marqués de Sade, que aterriza en Edimburgo el día 4 con una estela de denuncias y opiniones encontradas de la crítica británica. Por "mal comportamiento" saltan de voz en voz las chicas de The Wau Wau Sisters y sus atrevidos numeritos de comedia burlesca. Y por la osadía de tocar un clásico se menciona la obra de teatro Alguien voló sobre el nido del cuco, que ha tropezado con un problema inesperado. Christian Slater, que sigue la estela de Jack Nicholson al tomar el papel protagonista, cayó hace días en cama con sarampión. No se sabe si podrá sumarse al estreno, el día 6.

De vuelta en la Galería Nacional, sus responsables sonreían ayer orgullosos. Centran la exposición veraniega en obras del renacimiento italiano procedentes de colecciones escocesas, en el presente o en el pasado, y el rastreo de las mismas ha deparado abundantes sorpresas. "Cerca de veinte cuadros de los 81 exhibidos no estaban catalogados en ningún archivo. Muchos los descubrimos en las mansiones de sus propietarios", explica Aidan Weston-Lewis, uno de los comisarios. Además, dos óleos de tema mitológico, de la colección de seis que Tiziano pintó por encargo de Felipe II, que nunca salen de Escocia, se reúnen por primera vez en años junto a obras de Tintoretto, Bellini o Veronese. Abierta hasta diciembre, la exposición se completa con dibujos, grabados, cerámica, muebles y objetos decorativos realizados en la región del Veneto entre 1460 y 1620.

El óleo de Tiziano Venus Anadyomene (1520).
Alegoría de la prudencia, de Tiziano.

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