La combinación de rudeza y estilo llevan a Luccin al Atlético

Cuando hay que meter la pierna, se ofrece voluntario. A la hora de bajar el balón a la pradera, siempre irrumpe Luccin (Marsella, 1979). Con su pie de hierro escondido en una bota de seda, el francés que durante cuatro años iluminó el camino del Celta llega al Atlético de Madrid, que pagará algo más de cinco millones de euros para hacerse con uno de los futbolistas más cotizados del recientemente descendido equipo vigués.

A Peter Luccin -apodado Pete-Bull cuando jugaba en su Marsella natal-, las puertas del fútbol español se las abrió el entrenador Luis Fernández cuando militaba ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Cuando hay que meter la pierna, se ofrece voluntario. A la hora de bajar el balón a la pradera, siempre irrumpe Luccin (Marsella, 1979). Con su pie de hierro escondido en una bota de seda, el francés que durante cuatro años iluminó el camino del Celta llega al Atlético de Madrid, que pagará algo más de cinco millones de euros para hacerse con uno de los futbolistas más cotizados del recientemente descendido equipo vigués.

A Peter Luccin -apodado Pete-Bull cuando jugaba en su Marsella natal-, las puertas del fútbol español se las abrió el entrenador Luis Fernández cuando militaba en el Paris Saint Germain. Al técnico de Tarifa no acababa de convencer el estilo de aquel chaval de 21 años que ya ejercía su ascendiente en las selecciones inferiores de su país. Así que el Celta, que lo había sufrido como rival en una dramática eliminación de la UEFA ante el Marsella de Pyres, Blanc y Maurice, se fue directo a la caza de un sustituto para Claude Makelele. Luccin llegó como cedido el primer año para acabar contratado, pagando una cantidad ligeramente superior a la que ahora pagará el Atlético por el jugador.

Pero a diferencia de Makelele, ahora jugador del Chelsea, Luccin no encontró en Vigo una plataforma hacia el primer equipo nacional francés. Parte de la responsabilidad cabe atribuírsela a sus rudos modales, que le han convertido los dos últimos cursos en el futbolista con más tarjetas del Celta. Y la otra, a cierta tendencia a la evasión, que le convierte en un jugador invisible durante largos tramos de los partidos. Por lo demás, es un Luccin un buen recuperador del balón y un más que aceptable distribuidor del juego, que a sus 25 años aún aspira a sumarse al relevo generacional en su selección.

Gracias a su fichaje por el Atlético, Luccin podrá seguir cumpliendo el ritual de su visita anual a San Mamés, donde reside su abuelo, hincha del Athletic. De madre vasca y padre de La Martinica, el nuevo jugador colchonero pudo convertirse en el primer futbolista negro en la historia del club vizcaíno, pero ha sido Atlético el que ha puesto encima de la mesa el dinero que tanto necesita el Celta para poner al día sus borrosas cuentas.

Su paso por Vigo deja tardes de gran fútbol, muchas tarjetas e incontables sesiones de gimnasio, que transformaron progresivamente su cuerpo a lo largo de las últimas temporadas. Su obstinación con el físico es tal que los empleados del Celta acabaron cansados de esperar por Luccin, que religiosamente fue durante cuatro años el último jugador en salir del vestuario tras los entrenamientos en los campos de A Madroa. Luccin sera presentado hoy en el estadio Calderón como nuevo jugador rojiblanco.

Archivado En