Reportaje:TOUR 2004 | Decimoséptima etapa

Relevos 'made in Villava'

Los directores del Baleares-Santander, deslumbrados con las cualidades del ruso Karpets

Después de que hasta los más escépticos den ya por seguro que Lance Armstrong ganará el domingo su sexto Tour consecutivo -un récord-, después de que Richard Virenque, el eterno, se asegurara ayer su séptimo reinado de la montaña -otro récord, deshaciendo el empate a seis con Federico Bahamontes y Lucien van Impe-, el próximo maillot distintivo que encontrará dueño será el blanco de mejor joven y será seguramente en la contrarreloj de mañana donde Vladimir Karpets lo consiga -tras la etapa de ayer marchaba segundo de la clasificación, a 45s del increíble francés Thomas Voeckler, quien d...

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Después de que hasta los más escépticos den ya por seguro que Lance Armstrong ganará el domingo su sexto Tour consecutivo -un récord-, después de que Richard Virenque, el eterno, se asegurara ayer su séptimo reinado de la montaña -otro récord, deshaciendo el empate a seis con Federico Bahamontes y Lucien van Impe-, el próximo maillot distintivo que encontrará dueño será el blanco de mejor joven y será seguramente en la contrarreloj de mañana donde Vladimir Karpets lo consiga -tras la etapa de ayer marchaba segundo de la clasificación, a 45s del increíble francés Thomas Voeckler, quien después de agarrarse al maillot amarillo hasta la extenuación parece dispuesto a morir sobre las carreteras del Tour vestido de blanco-, con lo que sucedería en el historial a su compatriota, compañero de equipo y conciudadano pamplonés Denis Menchov. Con la de Paco Mancebo en 2000, sería, para el equipo de Echávarri y Unzue la tercera victoria en los últimos cinco Tour.

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Y como los otros dos, como Mancebo, que va más allá de sus posibilidades cotidianamente para volver a terminar -por cuarta vez en seis Tour- entre los 10 primeros, y como Menchov, a quien la caída de Waterloo le arrastró a la retirada prematura, Vladimir Karpets, gigante de Leningrado, blanquísimo, impenetrable tras sus gafas de sol, 23 años, lleva camino de convertirse en un sólido Tour. O eso creen sus directores.

"Aluciné en la contrarreloj por equipos", dice Eusebio Unzue. "Daba unos relevos de un nivel que sólo le he visto a Indurain. Eran relevos made in Villava". Y a Unzue, permanentemente esperando el advenimiento de un segundo Indurain se le iluminan los ojillos. Habla de Karpets, que disputa su segundo Tour, la única carrera de tres semanas que conoce, de cómo pese a medir 1,93 metros y pesar 74 kilos, cómo a pesar de su juventud es capaz de defenderse más que bien en la alta montaña, de cómo ha sido este año capaz de ganar la Vuelta a Rioja, de rozar el triunfo en la Volta a Catalunya, del Tour de aprendizaje. "Está abriendo los ojos", dice, "está aprendiendo desde abajo, haciendo trabajo de equipo". Y pese a ello, pese a quedarse esperando a Menchov en Waterloo -perdió casi 4 minutos- es el 17º en la general.

La vida de Karpets contada por él mismo en su escaso castellano -y eso que lleva seis años en España- cabe en cuatro líneas. "Nací en San Petersburgo cuando se llamaba Leningrado", dice, "donde mis padres tienen una tienda de coches. A los dos años entré interno en una escuela deportiva. Siempre he estudiado para ser ciclista. A los 17 años vine a Tortosa, donde el entrenador Kuznetsov, el mismo que descubrió a Ekimov, tiene una residencia. Con él me entrenaba mucho, hacía 40.000 kilómetros al año. Ahora hago 25.000. Estoy casado con Dania, morena y delgadita, y vivo en Pamplona, más grande que Tortosa y más divertida. Apenas voy a Rusia, apenas veo a mi familia y me gustaría dejar de ser ruso y lograr la nacionalidad española".

El pelotón enfila la bajada de una de las montañas ayer subidas. / REUTERS

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