Reportaje:TOUR 2004 | Duodécima etapa

Hamilton descubre los límites del dolor

El estadounidense culmina tres jornadas de sufrimiento, abatido por la muerte de su perro

La Mongie

En Tyler Hamilton, hasta ayer uno de los principales candidatos para destronar a su amigo y compatriota Armstrong, siempre se ha admirado su capacidad para sobrepasar todos los umbrales del dolor.

Ese chico de Massachussets con rostro aniñado, ojos de color cielo y aspecto frágil, fue capaz de acabar un Giro y un Tour clasificado entre los mejores después de correr tres semanas con la clavícula rota. Hace tres días Hamilton descubrió que hay otra clase de dolor ante el que se detiene todo, incluso una voluntad tan obstinada como la suya. Victorioso en todas sus b...

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La Mongie

En Tyler Hamilton, hasta ayer uno de los principales candidatos para destronar a su amigo y compatriota Armstrong, siempre se ha admirado su capacidad para sobrepasar todos los umbrales del dolor.

Ese chico de Massachussets con rostro aniñado, ojos de color cielo y aspecto frágil, fue capaz de acabar un Giro y un Tour clasificado entre los mejores después de correr tres semanas con la clavícula rota. Hace tres días Hamilton descubrió que hay otra clase de dolor ante el que se detiene todo, incluso una voluntad tan obstinada como la suya. Victorioso en todas sus batallas contra el sufrimiento físico, el estadounidense perdió ayer buena parte de sus posibilidades de optar al Tour destrozado por un dolor más intangible, de naturaleza moral. El dolor causado por la muerte de un animal de compañía, su perro Tugboat,un golden retriever, le ha sumido en el abatimiento inconsolable que arrastró por el asfalto vertical de los Pirineos.

Los responsables técnicos, los ciclistas y los asistentes del equipo Phonak describen a un hombre completamente desolado, incapaz de resistir hasta un masaje sin romper en lágrimas, cuando hace tres días su esposa, con la que no tiene hijos, le llamó para comunicarle que Tugboat padecía una enfermedad incurable y debía ser sacrificado.

El matrimonio Hamilton vive en Girona, y "como allí se sienten muy solos, el animal era casi un hijo para ellos", explica su compañero Óscar Pereiro. Ni el corredor gallego -magnífico ayer- ni su director, Álvaro Pino, tenían dudas sobre el origen del hundimiento de Hamilton.

Es verdad que el corredor arrastra fuertes dolores en la espalda donde recibió un golpe tras una caída al principio del Tour. Y también que al acabar la etapa, se quejó ante Pino de dolores en el costado. "A pesar de todo, yo creo que la muerte del perro le ha influido muchísimo", aseguró Pino. "Llevaba dos días pasándolo muy mal, pero conseguimos llevarle. Hoy ya ha sido imposible", abundó Pereiro. "En el Aspin, el penúltimo puerto, venía muy tocado. Al principio de La Mongie, empezó a quedarse. Yo le pregunté si necesitaba ayuda, pero me pidió que siguiera, que se las arreglaba Santi Pérez".

Pérez, de la gran estirpe de los escaladores asturianos, parecía en condiciones de afrontar metas mayores, quizá como Pereiro y Santos González, quienes acabaron entre los diez primeros de la etapa. Alguien tenía que sacrificarse, y Pino, en una "decisión dolorosa", le eligió a él. "Somos un equipo, no una banda", se justificó el director gallego.

Además del revés de Hamilton, el Phonak sufrió durante la ascensión a La Mongie las iras de algunos aficionados vascos. Los seguidores del Euskaltel reprochaban al equipo de Pino que fuese uno de los más se distinguió tirando del pelotón en la tercera etapa, cuando Iban Mayo se cayó antes de adentrarse en un tramo de pavés.

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