El traductor que no puede leer

LA TARDE de la entrevista, Joaquín Jordá (Santa Coloma de Farners, 1935) está haciendo el crucigrama de La Vanguardia. "Me sirve de entrenamiento", dice. Vive en un apartamento forrado de libros que no puede leer. Parece una historia de Gesualdo Bufalino, al que Jordá ha traducido, pero es una consecuencia del infarto cerebral que sufrió hace siete años. Los libros se los leen y sólo puede escribir cuatro folios seguidos: "A partir de ahí no recuerdo lo que he escrito y no sé si empiezo a repetirme". Leer una página, cuenta, se ha convertido en una operación parecida a traducir: "Primer...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

LA TARDE de la entrevista, Joaquín Jordá (Santa Coloma de Farners, 1935) está haciendo el crucigrama de La Vanguardia. "Me sirve de entrenamiento", dice. Vive en un apartamento forrado de libros que no puede leer. Parece una historia de Gesualdo Bufalino, al que Jordá ha traducido, pero es una consecuencia del infarto cerebral que sufrió hace siete años. Los libros se los leen y sólo puede escribir cuatro folios seguidos: "A partir de ahí no recuerdo lo que he escrito y no sé si empiezo a repetirme". Leer una página, cuenta, se ha convertido en una operación parecida a traducir: "Primero tengo que identificar si son letras o números". No deja de parecer extraño en alguien que ha traducido a autores como André Breton, Stendhal, Sciascia, Calasso o el último premio Príncipe de Asturias de las Letras, Claudio Magris. Jordá pasó varios años en Italia después de convertirse en los sesenta en uno de los protagonistas de la Escuela de Barcelona -"un juego publicitario"-. En su filmografía se cuentan títulos como Dante no es únicamente severo (1967) o Monos como Becky (1999). Junto a Toni Negri presentó en marzo pasado en el centro donostiarra Arteleku el proyecto de una película cuyo montaje está a punto de terminar y cuyo título provisional es Mujeres (y hombres) en transición. La historia viene de 1979. Ese año rodó Numax presenta, que recogía la experiencia de autogestión de los obreros de una fábrica que acababa de cerrar. En la secuencia final, Jordá les preguntaba qué pensaban hacer. "Pensaban dejar de ser obreros: vivir en el campo, no dar golpe, estudiar", recuerda el director, que 25 años después los ha buscado para comprobar en qué medida se han cumplido esos deseos. Jordá los reunió en el restaurante de su antiguo abogado, convertido en cocinero. "¿Qué ha sido de ellos? De todo. Desde la delincuencia hasta ser monja". La película será un repaso a los 25 años de España a través de esas vidas. "Había pedido entrevistas a los presidentes del Gobierno desde 1979, pero todos se negaron a explicar cuál era su idea actual de la transición".