Reportaje:Eurocopa 2004 | Cuestión de detalles

Grandes capitanes

'Zizou' y Beckham escenificaron, al término del Francia-Inglaterra, la empatía más pura jamás vista entre futbolistas rivales

El partido Francia-Inglaterra del domingo fue un bálsamo para las heridas que Zidane fue acumulando a lo largo del catastrófico fin de temporada del Madrid. Para el pobre Beckham aquella alocada victoria francesa (2-1, con dos goles de Zizou en el tiempo añadido) resultó ser una prolongación de la agonía.

Zidane, que se había estado preparando mentalmente para sufrir, entendió muy bien cómo se sentía su compañero de club. Fue la empatía más pura jamás vista entre futbolistas rivales. Por eso, al final del encuentro, el capitán francés se acercó al capitán inglés como ofreciéndole...

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El partido Francia-Inglaterra del domingo fue un bálsamo para las heridas que Zidane fue acumulando a lo largo del catastrófico fin de temporada del Madrid. Para el pobre Beckham aquella alocada victoria francesa (2-1, con dos goles de Zizou en el tiempo añadido) resultó ser una prolongación de la agonía.

Zidane, que se había estado preparando mentalmente para sufrir, entendió muy bien cómo se sentía su compañero de club. Fue la empatía más pura jamás vista entre futbolistas rivales. Por eso, al final del encuentro, el capitán francés se acercó al capitán inglés como ofreciéndole sus disculpas. "Nos dijimos un par de cosas en español," recordaba Beckham ayer, "y él me sonrió como diciéndome: 'Así es la vida".

"Enmarcaré la camiseta de Zinedine cuando me la firme", dijo el inglés, orgulloso de jugar con él
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Y Zidane, que había hecho un partido pobre hasta que se acabó el tiempo reglamentario, se convirtió en el héroe de la noche en tanto que Beckham, que había jugado de manera bastante respetable los 93 minutos, se vio condenado una vez más a cumplir el papel de chivo expiatorio nacional. Falló un penalti y, no importa que hubiera golpeado el balón impecablemente bien y que Barthez hubiese hecho la parada de su vida, la prensa sensacionalista inglesa cargó contra él.

El precio de ser el deportista, y seguramente el individuo, más famoso del planeta es que la gente parece ser incapaz de tener una opinión medida, razonable, sobre él. O uno está con Beckham o está contra él. Los tabloides ingleses, claro, se mueven entre una posición y la otra dependiendo de cuál de las dos juzgan que les será más útil a la hora de vender ejemplares. Pero existe un núcleo duro de gente del mundo del fútbol que, como reacción a la idolatría predominante, mantiene una actitud implacablemente anti-Beckham. El abismo que perciben entre la fama de Beckham y su habilidad futbolística, pero que intuyen que los demás no perciben, les vuelve casi locos.

Y es verdad que lo realmente extraordinario de Beckham es que, a diferencia de Maradona, Pelé o Cruyff, haya logrado ser, de lejos, el futbolista más conocido sin ser el mejor, sin estar siquiera entre los diez mejores. El periodista inglés que más fama tiene de ofenderse ante esta dicotomía se llama James Lawton y escribe para The Independent. Veterano de mil partidos, es un gran tipo con una actitud alegre, epicúrea, frente a la vida. Pero menciona la palabra Beckham y su rostro se oscurece.

Por eso fue una sorpresa leer que Lawton optó en su columna del martes por oponerse a la marea de prejuicios que desató el fallido penalti de Beckham contra Francia y reconocer lo que cualquier mirada fría habría reconocido: que Beckham hizo un partido decente. Quizá, a diferencia de lo que se convirtió en la ortodoxia analítica postpartido, fue precisamente el mejor de los cuatro centrocampistas ingleses, propuso el generoso Lawton. Lampard, del Chelsea, hizo un gran primer tiempo, marcó un gol y luego desapareció. Scholes, el jugador inglés más completo, se cansó y tuvo que ser sustituido. Gerrard había hecho su trabajo de contención de manera sólida hasta que dio el aberrante pase atrás que dejó solo a Henry frente al portero James y condujo al penalti que definió el encuentro. Mientras que "Beckham jugó como un maduro profesional y, reconozcámoslo, un auténtico capitán," afirmó Lawton; "falló un penalti, pero hay peores crímenes a este nivel. El peor crimen contra brillantes rivales como los franceses es perder el balón innecesariamente. A diferencia de todos sus compañeros, Beckham no cedió el balón a un jugador rival ni una vez a lo largo del partido".

Lo cual es verdad. Dentro de sus limitaciones, además de la que le impone el seleccionador, el sueco Sven-Goran Eriksson, al hacerle jugar por la banda derecha, hizo bien todo lo que tuvo que hacer y, encima, dio un pase de gol. Otros jugaron muy por debajo de sus limitaciones, ante todo Owen, cuya primera acción notable ocurrió en el segundo tiempo, cuando salió del campo para ser sustituido. Muchos en España opinan que Raúl defraudó contra Rusia, pero aquella actuación del capitán español fue espectacular, altamente participativa, comparada con la del jugador que le arrebató el Balón de Oro en 2001.

El tándem Beckham-Owen ha sido fundamental para Inglaterra en épocas anteriores. Si Owen vuelve a brillar, lo más probable es que Beckham, proveedor de sus pases de gol, también lo hará. Como hizo durante sus primeros cuatro meses en el Madrid. Aunque claro está que incluso en el mejor de los casos, incluso si Inglaterra llegase a ganar la Eurocopa, Beckham, el futbolista, jamás estará al nivel de Beckham, el famoso.

Nunca será Zidane, pero -que se tranquilicen los que tanta manía le tienen- esto lo entiende él mejor que nadie. Por eso al acabar el partido del domingo se acordó, a pesar de la angustia que sentía, de pedir la camiseta al gran francés. "No me la firmó porque estaba empapada", dijo Beckham, "pero le pediré que me la firme en Madrid. Después la enmarcaré y la colgaré en mi casa. Porque estoy orgulloso de jugar en el mismo equipo que él".

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