Reportaje:FÓRUM DE BARCELONA | Ambiente veraniego

Noche de sorpresas en el recinto

Espectáculos, pasacalles y conciertos se suceden al caer el sol. Para algunos la variada oferta es sólo un preludio

Cae el sol. El Fórum empieza a vestirse de gala y a maquillarse: se cambia de ropa, enciende las luces de su casa y cambia de emisora para moverse al son de otros ritmos. Son cerca de las 21.00 horas y los invitados empiezan a llamar a la puerta. Llega una multitud joven y desenfadada, que inunda el recinto con el color amarillo de camisetas y banderas brasileñas. Media hora más tarde, es casi imposible saber quién se apunta al jolgorio: parejas jóvenes, grupos de amigos, matrimonios...

Oscurece, y el anfitrión decide que es el momento de que los invitados empiecen a disfrutar de los me...

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Cae el sol. El Fórum empieza a vestirse de gala y a maquillarse: se cambia de ropa, enciende las luces de su casa y cambia de emisora para moverse al son de otros ritmos. Son cerca de las 21.00 horas y los invitados empiezan a llamar a la puerta. Llega una multitud joven y desenfadada, que inunda el recinto con el color amarillo de camisetas y banderas brasileñas. Media hora más tarde, es casi imposible saber quién se apunta al jolgorio: parejas jóvenes, grupos de amigos, matrimonios...

Oscurece, y el anfitrión decide que es el momento de que los invitados empiecen a disfrutar de los menús que les ha preparado. Los invitados tienen carta blanca para elegir el plato que más les guste. "Tenemos media hora para comer antes de que empiece el concierto", le recuerda una joven a su pareja. La mayoría se dirige hacia los restaurantes del puerto. Sin embargo, unos 500 prefieren una cena más ligera y se dirigen hacia la jaima. Como buen anfitrión, el Fórum no deja solos a sus invitados, y confía la misión de acompañarlos durante la cena a la cálida voz de la cantante india Susheela Raman. Como en toda fiesta, hay un pequeño grupo rebelde que se aparta para montar su propia farra. Son unos siete u ocho turistas que prefieren ir a un pequeño chiringuito para vocear los clásicos de Abba y Gloria Gaynor.

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A las 22.30 horas, los que permanecen cerca del mar ya toman el café, mientras otros aprovechan para realizar las últimas visitas. Se agolpan ante los guerreros de Xian, observan con curiosidad las pequeñas muestras de calle y se pasean mirando los escaparates.

El anfitrión decide entonces enseñar todos sus encantos a los invitados. Ordena primero que salga el pasacalle. De la zona de la Marina parte una carroza en la que se representan escenas que condenan el aburrimiento: un matrimonio que discute ante el televisor, una mujer que se ahoga en una tina y un hombre que no consigue salir de su coche accidentado. Otra carroza con un árbol en llamas y una bola del mundo parten justo del lado contrario, mientras el animoso séquito de una boda cierra el triángulo.

Con paso acelerado, los invitados se desplazan hacia el escenario de la Marina, que, con unas 3.000 personas, se convierte en el espacio más animado de la noche. Les aguarda el cantante Gilberto Gil, que el día antes ya había reunido a otras 4.500 personas. No hay espacio en las gradas, y bajo el escenario empieza a dar unos golpes tímidos de cintura gente de todas las edades, engalanada con pañuelos en la cabeza o la cintura. Al ritmo de un par de tangos, de samba y del reggae de Bob Marley se ha hecho ya medianoche. Los invitados no tienen prisa: hoy pueden retirarse de la fiesta cuando se tercie, puesto que tienen el metro abierto hasta las dos de la madrugada. Pero hacia la una el Fórum está ya agotado. "¿Dónde vamos ahora? ¿A Gràcia o a algún bareto del Gòtic?", le dice un chaval a sus amigos. Queda noche por delante.

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