Crítica:CRÍTICA | Danza

En blanco y negro

Hay en esta última producción de la veterana Ananda Dansa como una nostalgia de la calma anterior a la danza contemporánea, o a su difusión masiva, muy arropada por las músicas de algunos clásicos del jazz heterodoxo, que convierten el espectáculo en un ejercicio de memoria que recuerda el music-hall de entreguerras o las gozosas sesiones bailadas del cabaret de postín, y algo del cine musical de los cincuenta. Más allá del recurso a unos textos (en off o recitados, no siempre imprescindibles para el entendimiento de este trabajo), hay una voluntad de agradar sin estridencias, renuncian...

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Hay en esta última producción de la veterana Ananda Dansa como una nostalgia de la calma anterior a la danza contemporánea, o a su difusión masiva, muy arropada por las músicas de algunos clásicos del jazz heterodoxo, que convierten el espectáculo en un ejercicio de memoria que recuerda el music-hall de entreguerras o las gozosas sesiones bailadas del cabaret de postín, y algo del cine musical de los cincuenta. Más allá del recurso a unos textos (en off o recitados, no siempre imprescindibles para el entendimiento de este trabajo), hay una voluntad de agradar sin estridencias, renunciando en cierto modo a las marcas de la temporalidad, que se agradece sobre todo en los pasajes en los que otras pretensiones se conforman con aletear en un segundo plano.

A ojos cerrados

Coreografía de Toni Aparisi por Ananda Dansa. Intérpretes, Toni Aparisi, Susana Rodrigo, Fabrizio Meschini, José Jiménez, Cristina David, Raquel Boti, Geles Alonso. Textos de Dorothy Parker, Antonia San Juan y Félix Sabroso, en versión de Rodolf Sirera. Iluminación, Emilio Lavarias. Vestuario, Rosàngeles Valls, Majo Urieta Escenografía, Edison Valls. Músicas, Stéphane Grapelli, Django Reinhardt, Dave Brubeck... Banda sonora, Pep Llopis. Creación y dirección, Rosángeles y Edison Valls. Dirección coreográfica, Rosángeles Valls. Teatro Rialto. Valencia.

Es posible que a una compañía como Ananda Dansa puedan demandársele trabajos de mayor compromiso estético y con un hilo conductor algo menos difuso y más resolutivo en su expresión dancística, pero tampoco está el panorama de la danza de creación contemporánea como para pedir milagros. Aquí hay calma, y más baile que otras veces, y una atmósfera que diluye aristas para ofrecer exactamente lo que ofrece. Algunos apuntes argumentales están de más, porque estorban más de lo que añaden, por lo mismo que el recitado de refranes se sitúa en esa órbita teatral de tanto éxito que también se atreve a bailar. Molesta especialmente ese remedo casi final de las diversas posturas en las relaciones sexuales de una pareja, más propio de un cabaret censurado de los años sesenta que de la trayectoria coreográfica de esta compañía. Una calma, en fin, sobre todo musical, por los referentes seleccionados (excelente la colocación del mambo Patricia, creo recordar que de Pérez Prado), que tampoco parece destinada a durar.

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