Reportaje:

El hijo del lechero

Sting cuenta su vida hasta la ruptura de The Police en 'Broken music'

Fue monaguillo, ayudó a su padre a repartir leche a domicilio en la localidad británica de Wallsend y ejerció como maestro en un colegio de religiosas, pero la música fue siempre su refugio: se inició con las canciones de su madre y aporreó el piano de sus abuelos hasta que decidió dedicar todo su empeño a tocar el bajo y componer canciones como Roxanne o Message in a bottle. Gordon Matthew Summer, al que un músico apodó como Sting (aguijón) cuando le vio llegar a un ensayo con un suéter a rayas amarillas y negras, acaba de cumplir 52 años, tiene cuatro hijos, figura entre los di...

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Fue monaguillo, ayudó a su padre a repartir leche a domicilio en la localidad británica de Wallsend y ejerció como maestro en un colegio de religiosas, pero la música fue siempre su refugio: se inició con las canciones de su madre y aporreó el piano de sus abuelos hasta que decidió dedicar todo su empeño a tocar el bajo y componer canciones como Roxanne o Message in a bottle. Gordon Matthew Summer, al que un músico apodó como Sting (aguijón) cuando le vio llegar a un ensayo con un suéter a rayas amarillas y negras, acaba de cumplir 52 años, tiene cuatro hijos, figura entre los diez compositores más ricos del mundo y su voz suena inconfundible. En estos días se ha publicado Broken music (Ediciones B), primera parte de su autobiografía dedicada a descubrir su infancia, adolescencia y su éxito con Police.

Se ha pasado buena parte de su vida escribiendo canciones y realizando anotaciones en un diario, pero, "llegada la reflexiva edad de los cincuenta", Sting optó por abordar el inicio de su autobiografía en 342 páginas. Broken music arranca una noche de invierno de 1987 en Río de Janeiro. Bajo una impresionante tormenta, el cantante de Field of gold y su esposa, Trudie, asisten a una ceremonia religiosa en plena selva para probar una medicina tradicional llamada ayahuasca, que provoca visiones alucinantes. En esos momentos, Sting se encontraba a punto de ofrecer el concierto más multitudinario de su vida: 200.000 personas. Su padre había muerto unos días antes, apenas unos meses después que su madre, y el cantante, que no había asistido a ninguno de los entierros, busca en esa experiencia ritual una salida al bloqueo emocional que le embarga. A partir de las visiones que le suscita el vegetal, el músico inicia el relato de una infancia que no puede catalogarse precisamente como feliz.

Era el chico más alto y destacaba entre los listos de la clase, pero todo fallaba en casa. Con ocho años, el niño que luego asombraría al mundo con su voz descubre que su madre es infiel a su padre, y a partir de ahí la vida de la familia se llena de discusiones y reproches. "Mi hermano y yo aprendimos el terrible lenguaje de la destrucción. Aquélla fue la guerra de trincheras de nuestra infancia; dos niños esperando que pasaran las nubes tóxicas de improperios que estallaban sobre sus cabezas". Como salida a las crisis entre sus padres solía buscar refugio en una guitarra. Y así la música acabó convirtiéndose en una obsesión, una vía de escape que exprimió hasta el final con una tenacidad digna de elogio. En Broken music, Sting cuenta cómo su visión del mundo cambió completamente cuando vio en directo a Jimi Hendrix en Newcastle, donde acudía cada día para asistir a clase de secundaria. "Hacia los deberes imprescindibles para ir tirando, pero nada más. Lo único que me interesaba era tocar la guitarra y poner discos. Escuchaba exhaustivamente a Dylan y memorizaba sus letras. También aprendí a memorizar el jazz a pelo". El aprendizaje siguió con Miles Davis o John Coltrane hasta que descubrió el bajo, un instrumento que, según sus palabras, no era nada ostentoso y se adaptaba muy bien a su personalidad. Sus primeros pinitos en un escenario llegaron con la Newcastle Big Band, cuyas actuaciones alternaba con los Phoenix. Con los primeros actuó en el Festival de Jazz de San Sebastián. En esos años compatibilizaba su trabajo como bajista de una orquesta de jazz, en la que hacía algunos pinitos como cantante y compositor, con las clases en un colegio de monjas.

Siguiendo a Frances, una actriz de la que se enamoró perdidamente, se trasladó a Londres. Acababa de nacer su primer hijo, Joe, y no fue nada sencillo para la pareja sobrevivir en la capital de la música en los años en que empezaba a despuntar el punk. En un concierto había coincidido con Steward Copeland, batería en Curved Air, y con él enarboló la bandera de la oportunidad: montar The Police, lo que suponía un giro radical en su carrera como músico.

Se tiñó el pelo de platino y pasó sin problemas de transición del jazz al punk. "Éramos intrépidos, irreverentes y engreídos", dice el compositor al referirse a una época que acabaría por consagrarle como músico. La guinda llegó con el cine. Quadrophenia, en la que apenas tenía unas frases en el guión pero mucha presencia visual, convirtió su rostro en popular. "A partir de entonces se produjo una transformación nada sutil en la forma en que los desconocidos reaccionaban ante mi presencia".

Broken music se cierra con la ruptura del grupo que lo lanzó a la fama. Problemas con los derechos de edición de las canciones y los elevados egos de sus componentes terminaron con la banda. El grupo no fue la única víctima de aquel periodo frenético. La desaparición de The Police coincidió con la ruptura de su familia. En esa época empezó a intimar con su vecina, la actriz Trudie Stiler. Fue un amor a primera vista, aunque tardaron años en casarse. Sting, muy explícito en otros asuntos, se muestra muy cauto, sin embargo, en el terreno del sexo, especialmente en los años de éxito.

Sting, en una imagen de promoción.
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