Reportaje:

Un drama que dura una vida

Una madre cuenta la tragedia de su hijo, inmovilizado desde que tuvo un accidente a los 18 años

Roser Palet es una mujer fuerte. Habla de los últimos diez años de la vida de su hijo Ricard con una templanza que asombra. El joven es "dependiente al 100%"desde que un accidente de tráfico le incapacitó a los 18 años para vivir de forma autónoma. Roser es la voz de su hijo, la que le atiende, la que no ha dormido una noche "de un tirón" desde hace 10 años pendiente de su chaval como si en vez de 28 años tuviera seis meses. La historia que cuenta Roser desde el Institut Guttman de Badalona, centro de referencia en Cataluña para el tratamiento de las lesiones de médula espinal y daño cerebral ...

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Roser Palet es una mujer fuerte. Habla de los últimos diez años de la vida de su hijo Ricard con una templanza que asombra. El joven es "dependiente al 100%"desde que un accidente de tráfico le incapacitó a los 18 años para vivir de forma autónoma. Roser es la voz de su hijo, la que le atiende, la que no ha dormido una noche "de un tirón" desde hace 10 años pendiente de su chaval como si en vez de 28 años tuviera seis meses. La historia que cuenta Roser desde el Institut Guttman de Badalona, centro de referencia en Cataluña para el tratamiento de las lesiones de médula espinal y daño cerebral traumático, es la de miles de familiares de jóvenes españoles que sobreviven a los accidentes.

"¿Quién le cuidará cuando yo falte? ¿Y quién le dará el cariño que precisa?"

El drama de Ricard comenzó en un segundo, "pero dura toda la vida". Fue en Pineda de Mar (Barcelona) en 1994. Iba de copiloto en un coche por una urbanización cuando se golpeó la cabeza en un choque brutal. Las lesiones eran muy graves. 50 días de coma de los que salió sin poder moverse, "ni siquiera masticar". El cerebro de Ricard "es como un ordenador que ha apagado una parte, en su caso, la que controla el movimento".

Desde el accidente, el hijo de Roser necesita camas especiales, sillas de ruedas complejas, grúas para que le incorporen, pañales, gasas: "gastos enormes". Ricard debe estar junto a su madre todo el tiempo. "Sólo desconecto las ocho horas que viene un cuidador a casa", dice Roser, que teme el momento en el que ella falte. "¿Quién le cuidará? y, sobre todo, ¿quién le dará el cariño que necesita?".

El 60% de los pacientes que reciben tratamiento en el Institut Guttman están en el centro por un accidente de tráfico. En el Hospital de Parapléjicos de Toledo rondan el 40%. Cada año se registran en España 1.000 lesiones medulares y 10.000 traumatismos craneoencefálicos debidos a accidentes de tráfico, según los datos de la Asociación para el Estudio de la Lesión Medular Espinal hechos públicos ayer. Las víctimas son jóvenes de entre 15 y 34 años, varones en su mayoría.

El doctor Vidal, jefe de la Unidad de Médula Espinal de la institución catalana reconoce que la reinserción social y laboral de estos pacientes es muy difícil. "Menos de un 1% de ellos recupera su estado anterior al momento del accidente".

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El doctor asegura que las secuelas físicas, las más evidentes, no son las únicas. "A veces los daños psicológicos son también muy graves; se trata de faltas de atención y problemas cognitivos que alteran la vida de los accidentados y sus familias". En ocasiones, como en el caso de Ricard, el accidentado conserva sus capacidades cognitivas aunque no las motoras. Roser asegura que su hijo "piensa como un hombre de 28 años, aunque emocionalmente sea como un niño de diez". Las víctimas de la carretera son personas rotas, gente atada de por vida a una discapacidad por no ponerse un cinturón, por no entender que conducir un coche es una actividad de riesgo, por cruzarse en el camino de otro que jugaba con su suerte.

Cuando se pregunta a Roser qué le diría a los que estos días toman masivamente las carreteras, no duda un instante: "Eso de que lo que les pasa a los otros no me va a ocurrir a mí, es falso. Todos tenemos una bola en el bombo de la mala suerte". Y para que la lotería macabra de los accidentes tenga menos probabilidades de tocarle a nadie, Roser pide que se tomen dos medidas. La primera, "que se enseñe a los niños a respetar a los demás. Que tengan el civismo necesario para que cuando crezcan y estén en edad de conducir, se comporten bien". La segunda corresponde a los fabricantes de automóviles: "Tenemos coches que pueden circular a mucha más velocidad de la permitida con carrocerías que no pueden aguantar los impactos".

Mientras se consigue que a Roser le hagan caso, el doctor Bonet, director médico del RACC da las claves de una buena conducción: Descanso suficiente la víspera del viaje; no fijar nunca una hora de llegada, "porque aumenta el nivel de ansiedad"; hacer paradas cada dos horas o 200 kilómetros de ruta; y "sobre todo", no sobrepasar la velocidad adecuada ni ingerir sustancias tóxicas. Educación, conciencia del riesgo, prudencia. "Todo por volver sano a casa", dicen los que han pasado por el Institut Guttman.

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