MATANZA EN MADRID | Las víctimas

JUAN ALBERTO ALONSO RODRÍGUEZ / Un hermanito para Sara

Juan Alberto Alonso, administrativo de 38 años, había conquistado en los últimos meses dos de las principales cimas de su vida. La adopción de Sara, una niña española de 15 meses, quedó definitivamente cerrada en enero, tras superarse un largo proceso burocrático y convivir con ella desde que tenía 15 días.

Poco antes, en octubre, otra grata noticia había despejado su futuro: la plaza de administrativo en la Tesorería General de la Seguridad Social por la que había opositado tres veces como auxiliar era suya. "Estábamos celebrando muchísimas cosas", recuerda Nieves, su esposa, a quien l...

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Juan Alberto Alonso, administrativo de 38 años, había conquistado en los últimos meses dos de las principales cimas de su vida. La adopción de Sara, una niña española de 15 meses, quedó definitivamente cerrada en enero, tras superarse un largo proceso burocrático y convivir con ella desde que tenía 15 días.

Poco antes, en octubre, otra grata noticia había despejado su futuro: la plaza de administrativo en la Tesorería General de la Seguridad Social por la que había opositado tres veces como auxiliar era suya. "Estábamos celebrando muchísimas cosas", recuerda Nieves, su esposa, a quien le cuesta imaginar el futuro sin la persona a la que conoció hace 20 años.

La llegada de Sara, "una niña superdeseada", había puesto un dulce final a la larga espera de cuatro años para ser padres. Alberto, un hombre muy familiar, llevaba la cartera repleta de fotos de su hija. Lo engorroso del proceso legal no les amedrentó para lanzarse de nuevo a la aventura; Nieves y Alberto estaban "pendientes de un hermanito" para Sara. El mismo día del atentado recibieron un mensaje en el contestador para fijar una cita con el psicólogo encargado de evaluar su idoneidad para la nueva adopción.

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Muy creyente, Alberto conoció a Nieves en la parroquia San Antonio María Zaccaría, cuando él tenía 18 años y ella 14. A partir de ahí comenzaron una amistad que fraguó en noviazgo. Llevaban ocho años casados y no habían perdido el gusto por la parroquia. La misma semana del atentado Alberto estaba impartiendo unos cursillos prematrimoniales en Alcorcón, donde vivían desde su boda.

En su tiempo libre, a Alberto le gustaba disfrutar de la naturaleza. A Nieves le resulta ahora muy duro oír a Sara llamar a su padre, que la bañaba a diario. "El 'papá' no se le va de la boca", confiesa, y se pregunta cómo le explicará lo ocurrido.-

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