MATANZA EN MADRID | Las víctimas

MARÍA PAZ CRIADO PLEITER / Una rosa en el desayuno

A Mari Paz, secretaria de 52 años, le gustaba quedarse en la cama los domingos por la mañana. Su esposo, Andrés, bajaba de vez en cuando a alguno de los jardines del barrio de Santa Eugenia para robar una rosa y colocarla en la bandeja en la que le servía el desayuno. Le encantaban esos detalles.

Mari Paz llevaba más de 30 años trabajando en la empresa de neumáticos Michelin y ya comenzaba a anhelar la jubilación.

Durante su juventud se aventuró a recorrer paisajes como la costa cantábrica con Andrés. Le encantaba viajar. Pero ahora pasaba sus días libres descansando en casa, aga...

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A Mari Paz, secretaria de 52 años, le gustaba quedarse en la cama los domingos por la mañana. Su esposo, Andrés, bajaba de vez en cuando a alguno de los jardines del barrio de Santa Eugenia para robar una rosa y colocarla en la bandeja en la que le servía el desayuno. Le encantaban esos detalles.

Mari Paz llevaba más de 30 años trabajando en la empresa de neumáticos Michelin y ya comenzaba a anhelar la jubilación.

Durante su juventud se aventuró a recorrer paisajes como la costa cantábrica con Andrés. Le encantaba viajar. Pero ahora pasaba sus días libres descansando en casa, agasajada por una tranquilidad familiar que renació en la última Navidad que pasó con su esposo y su hija, Eva, de 22 años. "Teníamos nuestras rencillas, pero siempre hablábamos", cuenta Andrés. "Tuvimos una conversación muy larga estas navidades y, a partir de entonces, los tres estábamos más engranados". "Llevábamos una buena racha", añade Eva.

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Mari Paz tenía siempre cerca un papel con una especie de lista de consejos para la vida. "La sonrisa es serenidad y la serenidad es un excelente hábito", dice uno de ellos. Su esposo, sin embargo, insiste en que, más que una sonrisa, Mari Paz tenía una alegría desbordada. Una filosofía que le permitía mantenerse como cabeza de familia y delegar responsabilidades a su esposo y su hija,

como cocinar, según relata Andrés, que trabaja en casa como ilustrador. Aun así, entraba en la cocina en algunas ocaciones para preparar platos franceses que dejaban deslumbrados a sus amigos. Las recetas las aprendió en Francia, donde vivió durante su niñez y adolescencia. Regresó a España cuando tenía 20 años. Al poco tiempo conoció a Andrés. "Todavía puedo sentir su tacto y el calor de sus manos", concluye su esposo.-

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