MATANZA EN MADRID | Las víctimas

LILIANA GUILLERMINA ACERO USIÑA / No quería volver a Ecuador con las manos vacías

Liliana, ecuatoriana de 26 años, llegó a España hace apenas 12 meses con las ideas muy claras: quería estudiar informática. Recorrió algunas academias de formación técnica, pero el coste de los cursos puso freno a su objetivo. "En Ecuador era muy buena alumna, siempre destacó en el colegio porque le gustaban mucho los libros", explica su hermana María. En España no tuvo más remedio que ponerse a trabajar como asistenta en una casa particular. Liliana no quería volver a su país con las manos vacías.

Necesitaba dinero, sobre todo para comprar medicinas para su madre, Mercedes, que está en...

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Liliana, ecuatoriana de 26 años, llegó a España hace apenas 12 meses con las ideas muy claras: quería estudiar informática. Recorrió algunas academias de formación técnica, pero el coste de los cursos puso freno a su objetivo. "En Ecuador era muy buena alumna, siempre destacó en el colegio porque le gustaban mucho los libros", explica su hermana María. En España no tuvo más remedio que ponerse a trabajar como asistenta en una casa particular. Liliana no quería volver a su país con las manos vacías.

Necesitaba dinero, sobre todo para comprar medicinas para su madre, Mercedes, que está enferma del corazón. También ayudaba a pagar los estudios de sus hermanos pequeños. Su obsesión era ayudarles económicamente. Liliana, que nació en Quito, vivía en España con su hermana María, su cuñado y su sobrina Liseth. Con Liseth tenía una relación muy especial. Se entendían de maravilla. Salían a pasear juntas los fines de semana. Liliana ayudaba siempre a Liseth con los deberes del colegio, le enseñaba a rezar y le pedía que la acompañara a misa todos los domingos sin falta. "Mi hermana parecía una niña de 12 años, era como una niña para mí", dice María.

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Era muy religiosa. Rezaba todos los días y animaba a sus cuatro hermanos que viven en España a que hicieran lo mismo. También disfrutaba mucho con la comida. Cuando llegó a España le encantó la tortilla de patatas, aunque los fines de semana disfrutaba de los platos típicos ecuatorianos, en especial el sancocho, una sopa de maíz, yuca y guisantes.

"Respetaba mucho mi opinión y hacía todo lo que yo le decía. Además, sabía perfectamente lo mucho que la quiero", explica María.-

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