MATANZA EN MADRID | Las víctimas

ALBERTO ARENAS / Todos los ahorros de los padres para ser piloto

Tenía 24 años y estaba a punto de ser piloto. Sus padres se habían dejado todos sus ahorros en el intento de que Alberto, de 24 años, pudiera cumplir su ilusión. "Somos trabajadores, nada de estudios", se excusa su madre, Ana María. Viven en Parla. El padre trabajaba en Ericsson, pero hace año y medio se quedó en paro. Le indemnizaron, pero aún andaba peleando con otros compañeros.

A pesar de las dificultades que siempre han pasado, los padres decidieron pagarle la carrera de piloto a su hijo. Él les dijo que entendería perfectamente que no lo hicieran, porque conocía la situación aunqu...

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Tenía 24 años y estaba a punto de ser piloto. Sus padres se habían dejado todos sus ahorros en el intento de que Alberto, de 24 años, pudiera cumplir su ilusión. "Somos trabajadores, nada de estudios", se excusa su madre, Ana María. Viven en Parla. El padre trabajaba en Ericsson, pero hace año y medio se quedó en paro. Le indemnizaron, pero aún andaba peleando con otros compañeros.

A pesar de las dificultades que siempre han pasado, los padres decidieron pagarle la carrera de piloto a su hijo. Él les dijo que entendería perfectamente que no lo hicieran, porque conocía la situación aunque trataban de ocultársela. Les prometió que si decidían hacerlo no iba a fallar. "Os lo pagaré con creces", les prometió. Antes de entrar en la academia trabajó todo lo que pudo en la empresa de su padre para sacar algo de dinero. Siguió haciéndolo todos los veranos, y logró reunir un millón de pesetas con el que pagó la entrada del curso.

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Sólo era el principio. Cada mes se iban en los estudios del joven, que tiene una hermana pequeña, el sueldo del padre "y algo más", recuerda Ana María. Lo pagaban con los ahorros de toda una vida. Era un buen estudiante, sin problemas, aunque su madre siempre le recordaba que no habría una segunda oportunidad, porque no podían permitírsela. No hizo falta. El año pasado Alberto logró el ansiado título de piloto sin dificultad.

Vivía para ello. Cada vez que volvía de volar a su casa de Parla, la madre le notaba la sonrisa cómplice. "He volado encima del pueblo de la abuela Engracia, ¡qué bonito es!". Ahora había logrado unas prácticas remuneradas en Air Europa, como becario. El lento camino para ser piloto se acercaba a su fin. También llegaba de Air Europa un sueldito que le permitía pensar en irse a vivir con su novia.

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