MATANZA EN MADRID | Las víctimas

FRANCISCO JAVIER BARAHONA IMEDIO / "Era la dulzura en persona"

Francisco tenía 34 años y era programador informático de la empresa Toyota en San Sebastián de los Reyes. "Mi hijo siempre iba al trabajo en tren hasta la estación de Atocha, para tomar un autobús de la empresa en la plaza de Conde de Casal", cuenta Amparo, su madre. "A veces cogía el coche, cuando se despertaba tarde". El jueves, a las 8.30, Amparo recibió la llamada de su hija, Lourdes, contándole la tragedia de los trenes. Amparo bajó inmediatamente al garaje y vio con inquietud que el coche de su hijo estaba aparcado.

Francisco era el menor de dos hermanos. Vivía con su madre, viuda...

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Francisco tenía 34 años y era programador informático de la empresa Toyota en San Sebastián de los Reyes. "Mi hijo siempre iba al trabajo en tren hasta la estación de Atocha, para tomar un autobús de la empresa en la plaza de Conde de Casal", cuenta Amparo, su madre. "A veces cogía el coche, cuando se despertaba tarde". El jueves, a las 8.30, Amparo recibió la llamada de su hija, Lourdes, contándole la tragedia de los trenes. Amparo bajó inmediatamente al garaje y vio con inquietud que el coche de su hijo estaba aparcado.

Francisco era el menor de dos hermanos. Vivía con su madre, viuda, en Santa Eugenia. "Desde que murió mi marido no se atrevía a irse de casa por no dejarme sola", dice Amparo. "Recuerdo el último día que pasé con él. Vimos el partido del Real Madrid. Luego se acostó porque por las mañanas se levantaba muy temprano. Para mí, era la dulzura personificada, y mis nietos le adoraban".

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Paco y su novia, Lidia Blanco, habían decidido comprar un piso en el PAU del ensanche de Vallecas. "Habíamos empezado a pagarlo", cuenta Lidia. "No puedo creer lo que ha pasado. Cuando me sentía triste, él siempre estaba ahí con sus bromas para hacerme feliz. En verano nos encantaba disfrutar de los paseos por la playa. Algunos fines de semana solíamos ir a Villalba para quedar con su primo, Candi, a tomar unas copas. O los pasábamos en Chapinería en casa de unos amigos, haciendo barbacoas y bañándonos en la piscina. Siempre será el hombre de mi vida y estará en mi corazón".

Amparo agradece las decenas de telegramas recibidas. "Pero lo que más me emocionó fue recibir en el tanatorio la visita de los empleados de Toyota España y de un delegado que viajó desde Japón".

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