MATANZA EN MADRID | Las víctimas

FÉLIX GONZÁLEZ GAGO / Un 'casco azul' en Namibia

Subteniente del Ejército del Aire, de 52 años. "Transcurría el día y Félix no llamaba para felicitar a nuestro hijo, Mariano, que cumplía ese día nueve años". Eso le hizo sospechar. Así lo cuenta María José Salazar, esposa de Félix. Tenían todo preparado para la celebración; el regalo comprado y embalado. Su marido representaba para ella el mundo entero, su soporte físico y espiritual, el que más la apoyaba en esas inquietudes literarias que ella dejó aparcadas para atender a la familia. "Félix siempre estaba ahí: me ayudaba a escribir, me recomendaba historias, era un lector empedernido". Des...

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Subteniente del Ejército del Aire, de 52 años. "Transcurría el día y Félix no llamaba para felicitar a nuestro hijo, Mariano, que cumplía ese día nueve años". Eso le hizo sospechar. Así lo cuenta María José Salazar, esposa de Félix. Tenían todo preparado para la celebración; el regalo comprado y embalado. Su marido representaba para ella el mundo entero, su soporte físico y espiritual, el que más la apoyaba en esas inquietudes literarias que ella dejó aparcadas para atender a la familia. "Félix siempre estaba ahí: me ayudaba a escribir, me recomendaba historias, era un lector empedernido". Desea ante todo que él no haya sufrido en el instante preciso de la muerte: "Estoy segura de que ni se enteró; debía estar leyendo, como siempre". Ese día Felix se llevó al tren la biografía del pintor Cristóbal Toral, lo último que encontró en el bibliobús. La pareja lo tenía todo bien planeado. Una vez los dos chicos, Marcos (de 11 años) y Mariano (de nueve), ya crecidos, ella iba a regresar a trabajar como periodista. "Ahora ya nunca podrá ser; todo queda desbaratado", susurra. Y habla de su esposo con entusiasmo y recuerda historias sobre su vida en común a borbotones. Lo describe como un militar fuera del tópico, un hombre progresista que amaba las tareas sociales y había formado parte del primer contingente español de cascos azules en Namibia.

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Durante cuatro años fue auxiliar del agregado de Defensa en la embajada española en Chile. Allí vivieron y allí nacieron sus dos hijos. "En los últimos tiempos elaborábamos todos juntos una especie de cuento para recordar esos lugares donde tan bien lo pasamos". Félix se desplazaba cada día hasta el cuartel general del Ejército del Aire en Madrid. "Solía ir en autobús, pero si lo perdía cogía el tren; y ese día lo perdió, lo perdimos todos".-

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