FÚTBOL | Ida de los octavos de final de la Liga de Campeones

Kahn recibe 20 inyecciones analgésicas

Ottmar Hitzfeld se levantó de la cama y miró el cielo. Nevaba. "Éste es el tiempo que hemos encargado", dijo después el entrenador del Bayern Múnich en su conferencia de prensa. "Éste es un tiempo que no gusta a los sureños", comentó, "y espero sacar provecho de ello. El Madrid no está acostumbrado a jugar con nieve".

Como los toros que se aquerencian, el Bayern se aferra a cualquier cosa con la desesperación del animal acorralado. A la nieve, a Ballack, que está saliendo de una bronquitis, o a Kahn, que sufre problemas de espalda y al que un golpe le ha dejado medio inmóvil.

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Ottmar Hitzfeld se levantó de la cama y miró el cielo. Nevaba. "Éste es el tiempo que hemos encargado", dijo después el entrenador del Bayern Múnich en su conferencia de prensa. "Éste es un tiempo que no gusta a los sureños", comentó, "y espero sacar provecho de ello. El Madrid no está acostumbrado a jugar con nieve".

Como los toros que se aquerencian, el Bayern se aferra a cualquier cosa con la desesperación del animal acorralado. A la nieve, a Ballack, que está saliendo de una bronquitis, o a Kahn, que sufre problemas de espalda y al que un golpe le ha dejado medio inmóvil.

Baqueteado por los años, el portero ya no está para exhibiciones. Se le ve dudar, se le ve lento, poco resuelto, despojado de los rasgos fieros que lo elevaron a los altares del fútbol sin ser especialmente técnico. Kahn es el síntoma de una defensa en crisis que ha recibido 22 goles en 21 partidos de la Bundesliga. Pero es el último superviviente de un grupo de jugadores de carácter, uno de los líderes que encabezaron la conquista de la Copa de Europa de 2001. No puede faltar hoy y por eso ha sido tratado con 20 inyecciones analgésicas para forzar su presencia en el campo.

"Kahn y Ballack son dos líderes y el Madrid les tendrá respeto", proclama Hitzfeld con su clásico tono candoroso, de entrenador frontal y hombre noble. Y agrega: "El que todo el mundo nos dé por derrotados es algo que nos da alas. Para pasar la eliminatoria tal vez no necesitemos un 4-0, pero debemos ganarles".

Hitzfeld suele recurrir a un balón de rugby para comenzar los entrenamientos. Los jugadores se van pasando la pelota ovalada en un rondo manual. Se ríen. Queda prohibido tocarla con los pies. Sobre el papel, el juego sirve para incentivar la coordinación y el entendimiento colectivo, fundamento principal de un conjunto que no hace del pase con el pie su fuerte.

Quizá Hitzfeld procure unir de esta manera a un grupo con tendencia a la desintegración. Con un Kahn recluido en su mundo de megalómano; un Lizarazu resentido ante la demanda publicitaria de Ballack; un Ballack escéptico y solo; un Zé Roberto melancólico, incapaz de acercarse al balón en un equipo que pasa por alto el medio campo, con lo que eso significa para un brasileño; un Santa Cruz inmaduro hasta para coger el cetro de Paraguay; un Pizarro al que llaman Inca Káiser, o Dios Inca, o Bombardero de los Andes, pero que no pasa de ser un delantero terrenal, efectista y más limitado que el solitario Makaay, flotando en punta a la espera de un pelotazo.

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