SOMBRAS NADA MÁS | Charo López, actriz

La Virgen que quiso Buñuel

Cuando aún era una niña Charo López, la plaza de su pueblo se quedaba en silencio: pasaba por allí la chica más bella del lugar. Entre los que la miraban estaban Fernando Lázaro Carreter y Gonzalo Torrente, que fueron sus maestros. Muy pronto le sucedió lo que decía Sofía Loren que le había ocurrido a ella misma: "Cuando dejé de crecer hacia arriba y empecé a crecer a los lados, los hombres no dejaban de mirarme". Siguió siendo bella, más que Ava Gardner según decían algunos, y en lugar de dedicarse a su carrera, Filosofía y Letras, quiso ser actriz, y lo fue muy pronto. Ahora representa la qu...

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Cuando aún era una niña Charo López, la plaza de su pueblo se quedaba en silencio: pasaba por allí la chica más bella del lugar. Entre los que la miraban estaban Fernando Lázaro Carreter y Gonzalo Torrente, que fueron sus maestros. Muy pronto le sucedió lo que decía Sofía Loren que le había ocurrido a ella misma: "Cuando dejé de crecer hacia arriba y empecé a crecer a los lados, los hombres no dejaban de mirarme". Siguió siendo bella, más que Ava Gardner según decían algunos, y en lugar de dedicarse a su carrera, Filosofía y Letras, quiso ser actriz, y lo fue muy pronto. Ahora representa la que es, por el momento, su última obra teatral, haciendo de Sarah Berhanrdt en un teatro de Barcelona, pero se inició cuando aún cortaba la respiración en la plaza Mayor de Salamanca, interpretando, desnuda, uno de los personajes de Final de partida, de Samuel Beckett.

Estaba desnuda..., pero dentro de un tonel. Cuando se supo esto en Salamanca cayeron sobre ella los truenos de la insidia, pero ella siguió tan campante..., aunque jamás después se desnudó de nuevo en público, al menos en España: en algunos spaghetti westerns hizo desnuda la versión extranjera, pero mantuvo en su propio país el pudor que aún la oculta... La verdad es que no se desnudó nunca entre nosotros por la timidez que la acompaña desde la infancia, pero, pasado el tiempo (nació en 1943), cuando ya la edad le ha convertido en una interesantísima mujer madura, ya no le importaría desnudarse para nada... Pero le importó, claro que le importó. Cuando tenía 19 años y Luis Buñuel la vislumbró para el papel de la Virgen en su película La Vía Láctea, y a ella le llegó la especie de que debía salir desnuda, estuvo semanas sin dormir ante la perspectiva de su propia desnudez... Hasta que fue a París para una prueba, llegó al plató, se enfrentó al gran director aragonés, éste la miró a los ojos, le entregó unos ropajes y le dijo: "Toma, Charo, éste es el traje de la Virgen, póntelo para la prueba...". Suspiró de alivio, superó la prueba, pero luego lloró de rabia: el sindicato francés desaprobó la presencia "de esta desconocida" en un filme francés... Años después, el gran director sordo le dijo al oído, en el Lhardy madrileño: "Me dio mucha rabia, porque tú eres para mí la Virgen que había soñado". Siempre fue una mujer tímida, insegura, y extremadamente solidaria. En los duelos llora más que los deudos, se pone enseguida en el lugar de los otros y es la que mejor consuela en las desgracias... Cuando era niña supo por las monjas que las compañeras debían ser muy delicadas con una niña cuya abuela estaba en la cárcel. Y cuando jugaban con la nieve, Charo le dijo a la niña que lloraba: "Pero, ¿quién no tiene una abuela en la cárcel? Mi abuela también está en la cárcel, y además atada con una bola".

Hace unos años, cuando se cumplían los 30 años de la muerte de Marilyn Monroe, este periódico tuvo la ocurrencia de pedirle un testimonio de recuerdo de la gran actriz a la que ella a veces se ha parecido. Y al día siguiente del encargo llamó despavorida. Había tenido arcadas, se había quedado insomne, con un pavor inmenso ante el papel en blanco...

Los maestros que tuvo en Salamanca fueron los primeros en una larga lista de gente que se deslumbró con su belleza... Gonzalo Suárez, que la descubrió para el cine, recuerda que cuando hizo con ella Ditirambo (en 1967: ella tenía 19 años, pero hacía ya de una mujer vivida, esposa de un gánster y amante de muchos hombres...) se rindieron ante ella personas como el modista Courrèges, que la vistió para esa película, o el magnate italiano Angelo Moratti, presidente entonces del Inter de Milán... Fue la Clara Aldán de Los gozos y las sombras, la serie inspirada por Torrente, que la consagró también como una belleza salvaje, y aunque el propio Suárez la vio siempre, para el cine, como "una gran mujer fatal", él mismo dice la definición que, unidas otras muchas opiniones, mejor resume lo que se piensa de ella: "Temperamental y muy bella, pero buena, buena, buena, no está dotada para ser mala...".

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