Necrológica:

El temperamento de un autodidacta

Tenía el do de pecho de Luciano Pavarotti, la voz dramática de Plácido Domingo, el fervor interpretativo de José Carreras y la gallardía y presencia de Jaime Aragall. Pero Franco Corelli ya era el rey de los tenores mucho antes de que aquéllos alcanzaran prestigio, fue un mito de la ópera durante los años sesenta y setenta del siglo XX junto a Mario del Mónaco y Giuseppe di Stefano, sus principales rivales.

Rey indiscutible del Metropolitan de Nueva York durante la década de los sesenta, Corelli iba para ingeniero naval cuando a los 23 años -ya era en esa época campeón de canoa en Itali...

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Tenía el do de pecho de Luciano Pavarotti, la voz dramática de Plácido Domingo, el fervor interpretativo de José Carreras y la gallardía y presencia de Jaime Aragall. Pero Franco Corelli ya era el rey de los tenores mucho antes de que aquéllos alcanzaran prestigio, fue un mito de la ópera durante los años sesenta y setenta del siglo XX junto a Mario del Mónaco y Giuseppe di Stefano, sus principales rivales.

Rey indiscutible del Metropolitan de Nueva York durante la década de los sesenta, Corelli iba para ingeniero naval cuando a los 23 años -ya era en esa época campeón de canoa en Italia- se dio cuenta de la gran voz que tenía. Empezó a estudiar canto por su cuenta, escuchando discos, y, tras abandonar sus estudios de ingeniería ingresó primero en el conservatorio de Pesaro y luego prosiguió sus estudios de canto en el de Milán. Tras varias crisis vocales en las que dudó que su verdadera tesitura fuera la de tenor, debutó en 1951 cantando Carmen, de Bizet, y empezó una fulgurante carrera que le llevó a los principales teatros de Europa. El 27 de enero de 1961, con motivo de la conmemoración del 60º aniversario de la muerte de Verdi, debutó en el Metropolitan de Nueva York interpretando el Manrico de Il trovatore, uno de los personajes paradigmáticos de su repertorio que marcó una época, especialmente por su fogoso temperamento y sus potentes agudos.

Cantó en los principales teatros de ópera del mundo junto con las mejores sopranos de su época, Maria Callas, Renata Tebaldi, Leontyne Price y Birgit Nilsson, con la que formó una antológica pareja en la ópera de Puccini Turandot. En España se prodigó especialmente en las temporadas de ópera de Oviedo, donde cantó dos obras en 1957 y otras dos en 1959; de Bilbao, donde interpretó, entre otras, las óperas Il trovatore, Tosca, Aida y Carmen. En el Liceo de Barcelona sólo cantó dos funciones de Tosca en noviembre de 1961.

El talón de Aquiles de Franco Corelli fue siempre su precaria formación, que siempre hizo que fuera un cantante inseguro sobre la escena y ni siquiera con su portentosa voz lo conseguía disimular. "Siempre sentía un miedo atroz a salir a escena. Me gustaba cantar, pero el público me aterraba, por ello siempre cantaba desde el fondo del escenario", contó en este diario el 15 de julio de 1994 con motivo de su presencia en el jurado de la primera edición del Concurso de Canto Jaime Aragall, celebrado en el marco del Festival de Música de Torroella de Montgrí (Girona). Ese pánico a enfrentarse al público creció con los años y Corelli se convirtió en un especialista en las cancelaciones de última hora. De hecho, una de éstas, en 1968, adelantó el debut de Plácido Domingo en el Metropolitan de Nueva York.

En agosto de 1976 cantó su última ópera. Fue La Bohème, de Puccini, en el Festival de Torre del Lago (Italia). Al año siguiente sufrió una operación en las cuerdas vocales. Después de tres años de silencio reapareció en dos recitales en Estados Unidos, en 1980 y 1981. Pero ya no volvió a cantar más. En su retiro, cuando ya no quedaba nada de su portentosa voz ni de su atractivo físico, y con un aspecto demacrado que agudizaba su funesta manía de no comer para no engordar, se dedicó a la enseñanza. En 1998 creó el Concurso Internacional de Canto Franco Corelli en Ancona, su ciudad natal, del que fue presidente del jurado.-

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