VISTO / OÍDO

Irak y Bush

Bush insistió, después de la tragedia del Ramadán en Irak, en que los culpables son los enemigos de la democracia; sin embargo, es probable que la democracia se lo haga pagar a él y a su partido en las urnas de Estados Unidos, no porque crean injusta esa guerra y la de Afganistán, sino porque la ven costosa, se puede perder y el fantasma de Vietnam se alza de nuevo. Vietnam, tragedia para todos, produjo en EE UU una reacción muy importante: salió el impulso de lo que se llamó "Nueva Izquierda", coincidió con el salto adelante de la juventud del mundo (1968), los desertores americanos se refugi...

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Bush insistió, después de la tragedia del Ramadán en Irak, en que los culpables son los enemigos de la democracia; sin embargo, es probable que la democracia se lo haga pagar a él y a su partido en las urnas de Estados Unidos, no porque crean injusta esa guerra y la de Afganistán, sino porque la ven costosa, se puede perder y el fantasma de Vietnam se alza de nuevo. Vietnam, tragedia para todos, produjo en EE UU una reacción muy importante: salió el impulso de lo que se llamó "Nueva Izquierda", coincidió con el salto adelante de la juventud del mundo (1968), los desertores americanos se refugiaron en los países europeos que los admitieron, y en uno de ellos, el llamado Tribunal Russell examinó y condenó los crímenes de guerra americanos. Era el tiempo de los hippies, del primer gran "no" a la guerra, de la revolución sexual.

En poco más de treinta años, el poder dominante de los que se llaman wasp (siglas inglesas de "blancos anglosajones protestantes") ha conseguido dar la vuelta a todo. Tardó menos en otra gran ocasión, la de Roosevelt, cuando el país cayó en manos de Truman y convirtió la guerra idealista en un negocio que ha dado excelentes resultados. Pero no puede dar "todos" los resultados. Probablemente, la sujeción del Tercer Mundo hambriento, que es de lo que tratan estas guerras, engrandecido en número y en necesidades desde que terminó la colonización, se hubiera podido hacer de otra forma sin acudir al terrible castigo de la guerra por los medios contemporáneos. No hablo ya de la gran ilusión de que ese mundo que tuvo todos los nombres -tercero, proletario, subdesarrollado, en vías de desarrollo- encontrará suficientes medios de vida y de gobierno como para vivir fuera de todos los horrores; no ha llegado aún el tiempo de la gran mudanza humana que va desde el principio de los tiempos en el sentido de la acumulación de bienes unida a la de armas, de creación de pequeños núcleos ricos y grandes núcleos pobres: hablo de una simple contención y de la asimilación de sus inmigrantes. Su destrucción es imposible. Puede que esta vez la vietnamización de una guerra la pague quien la lanzó; y no sé si se podrá esperar una oscilación del péndulo como la de 1968. (No olvido las Torres Gemelas: pero estas guerras no tienen nada que ver con aquello: sólo como pretexto).

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