Reportaje:

Un teatro que sueña

El grupo jerezano La Zaranda cumple 25 años sobre los escenarios con el propósito de "hacer camino al andar"

A finales de los años setenta, un grupo de artistas independientes, huérfanos de cualquier escuela y método, decidieron fundar en Jerez una compañía teatral. Su propósito era despojar a la escena de todo academicismo y todo estereotipo, y hacer un teatro de raíces con un lenguaje específico.

Nació así La Zaranda, teatro inestable de Andalucía la Baja, con el concurso de tres actores, Gaspar Campuzano y los hermanos Paco y Juan Sánchez, que escribió y dirigió los primeros montajes. Lo que empezó como aventura incierta acaba de cumplir 25 años sobre las tablas y ha cosechado aplausos en t...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

A finales de los años setenta, un grupo de artistas independientes, huérfanos de cualquier escuela y método, decidieron fundar en Jerez una compañía teatral. Su propósito era despojar a la escena de todo academicismo y todo estereotipo, y hacer un teatro de raíces con un lenguaje específico.

Nació así La Zaranda, teatro inestable de Andalucía la Baja, con el concurso de tres actores, Gaspar Campuzano y los hermanos Paco y Juan Sánchez, que escribió y dirigió los primeros montajes. Lo que empezó como aventura incierta acaba de cumplir 25 años sobre las tablas y ha cosechado aplausos en todo el mundo. "Viví aquello con la edad que tenía", recuerda Campuzano. "Uno lee revistas de teatro, tiene la cabeza llena de fantasías, vive como en el poema de Machado, 'soñando caminos de la tarde...' pensando a ver dónde puede uno llegar".

Se sucedieron los primeros, discretos estrenos: Esconde las gallinas que vienen los cómicos, Ojú, ojú, ojú, Los tinglaos de Maricastaña, un homenaje al poeta Julio Mariscal... Pero sería con Mariameneo, mariameneo (1985) cuando se le abrieran a La Zaranda las puertas del público internacional.

El entonces director del Festival Iberamericano (FIT) de Cádiz, Juan Margallo, se empeñó en incluir este montaje en el programa ya cerrado, y el crítico Rubén Castillo, que se hallaba entre el público, se los llevó a Uruguay. Allí comenzó la expansión de La Zaranda por los principales festivales de América Latina, y más tarde Estados Unidos, Alemania, Francia, Bélgica...

"Entonces ni nos lo creíamos", asegura Campuzano. "Con los años, hemos tenido que volver a bucear en nuestros sueños. No nos gusta decir 'En mis tiempos...'. Nuestros tiempos son los que estamos viviendo ahora, para nosotros sólo hay presente".

Los siguientes éxitos del grupo, El corral de San Antón de las moscas (1987) y, sobre todo, Vinagre de Jerez (1989) fueron clamorosos en todos los escenarios de habla hispana. Es a partir de ese momento cuando Juan Sánchez abandona el grupo y se incorpora un joven dramaturgo, Eusebio Calonge. "Cuando llegué a La Zaranda, ésta tenía ya un claro camino emprendido", comenta. No obstante, la aportación de los textos de Calonge supone ya casi media vida de la compañía: Perdonen la Tristeza (1992), Obra Póstuma (1995), Cuando la Vida Eterna Se Acabe (1997), La Puerta Estrecha (2000) y Ni Sombra De Lo Que Fuimos, que se presentará el próximo miércoles en el FIT, llevan su firma.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

"Lo que verdaderamente perseguía y persigue el grupo son los misterios que encierra el gran secreto de la existencia: ese soplo de vida y de muerte, de presentimientos y de nostalgias, es decir, la presencia del infinito. Intentando abrir un sendero entre el espectador y su alma", asegura Calonge. "Para ello, trabajamos siempre desde nuestra memoria íntima, mostrando la poética de unos personajes acorralados en sus destinos".

¿Cuál es la meta de la Zaranda? Gaspar Campuzano vuelve a echar mano de Machado para esbozar una respuesta: "Hacer camino al andar. Estar aquí para algo, para darse. No existir en vano y hacer las cosas para siempre".

Archivado En